lunes, noviembre 17, 2014

9N (2): El nuevo Gil y Gil

Si gravísima ha sido la dejadez del gobierno español con el referendum de costillada del pasado 9 de noviembre, no menos grave ha sido la actuación del gobierno catalán antes, durante y después del día de marras.

No existe corrupción más descarnada que la de un servidor público que se niega a obedecer una resolución judicial. Es descorazonador ver a un hombre aparentemente civilizado, que ocupa el cargo de máximo representante ordinario del Estado en Cataluña, soltando las soflamas chulescas que ha espetado en los últimos días: aquí me tienen, el responsable soy yo, vayan a por mí si se atreven. Cuando el otro día insultaba a la oposición en el Parlamento, le faltaba rasgarse la camisa y ponerse a berrear a pecho descubierto. Sabedor de que el poder es él, que los fiscales catalanes no se atreven ni a pedir la admisión a trámite de una denuncia, y que tiene a media Cataluña perfectamente domesticada, es difícil ver a Artur Mas hablando con esa soberbia y no ver en él una mezcla de Jesús Gil y Rafael Correa.

Es más fácil imputar a la hermana del Rey que a Artur Mas. Es más fácil revocar un tercer grado a un presidente balear que admitir a trámite una denuncia contra un presidente catalán. Pedir que un senador dé explicaciones sobre por qué vuela en business para dormir con su novia los fines de semana es democrático. Pedir, en cambio, explicaciones a un presidente autonómico por abrir los colegios públicos de toda Cataluña un domingo mientras tiene el 50% de las luces de la recepción del Hospital Clínico de Barcelona apagadas porque no hay ni para pagar la luz, es fascista.



Claro que va a quedar todo impune, y claro que Artur Mas tiene motivos para dormir tranquilo, a no ser que lo intente empurar una jueza argentina. La portada de La Vanguardia corresponde al último fin de semana de julio de 2006, cuando el periódico de los Godó ya llevaba un tiempo cambiando de patria y de rey. El viernes, unos operarios de Iberia habían invadido las pistas del aeropuerto de El Prat, paralizaron la actividad aérea y pusieron en riesgo la seguridad de las operaciones al tener que poner en espera, y posteriormente desviar, una multitud de tráficos que se aproximaban al aeropuerto de Barcelona. Invadieron las pistas, saltándose todas las normas y todo el sentido común, porque su empresa iba a perder el monopolio del servicio de carga y descarga de equipajes facturados. No hace falta decir que aquel atropello salvaje de los trabajadores de Iberia salió gratis, y que todo el quebranto de las normas no solo supuso ninguna responsabilidad penal ni civil ni administrativa, sino que encima nadie fue despedido. La Vanguardia se esforzó en prometer castigo, pero hubo impunidad.

Si una banda de quinquis puede invadir la pista de un aeropuerto sin castigo alguno ¿por qué no va a poder el presidente de la Generalitat desobedecer una instrucción del Tribunal Constitucional? Si una banda de okupas puede impedir que los desalojen de Can Vies porque el ayuntamiento juzga más conveniente someterse a su chantaje, ¿cómo no va a sentirse impune Artur Mas?

Mientras escribo estas líneas, los fiscales del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña acaban de anunciar que ellos también se han hecho caquita ante el presidente de la Generalitat, el nuevo Rey Sol. Aquí nadie se atreve a que mañana aparezca su cara y su nombre en La Vanguardia y en el twitter de Pilar Rahola como nuevo enemigo oficial del Prusés. Lo ha resumido muy bien el líder de lo que va quedando del PSC: no es conveniente la admisión a trámite. Aquí se hace lo que le conviene al poder, y no lo que contraría al poder. Lo único positivo es que, al menos, ya podemos imaginar qué clase de garantías y de seguridad jurídica existirían en una hipotética Cataluña independiente si un particular quisiera pleitear contra la administración.

lunes, noviembre 10, 2014

9N (1): Uno de los dos mentía

Cuando, hace un año, Artur Mas anunció la fecha y la pregunta de la llamada consulta soberanista, el presidente del gobierno explicó en su primera comparecencia que estaba absolutamente seguro de que esa consulta no se iba a producir. Por su parte, siempre que podía, Mas explicaba que estaba absolutamente seguro de que esa consulta se iba a producir. Uno de los dos mentía.

Uno de los dos mentía, pero jamás hubiera imaginado que era Rajoy.

Desde hace dos años, y utilizando la metáfora del poker, Artur Mas ha ido subiendo la apuesta en cada ronda, y el presidente del gobierno, con su proverbial pachorra, ha ido acudiendo la apuesta de Mas. Viendo la apuesta de Mas, pero sin subir ni tomar ninguna iniciativa, siempre a remolque. Y en cada ronda, uno de los dos mintiendo. Y otra ronda, y uno de los dos mintiendo. Y esta misma semana, uno de los dos mintiendo. Y en el river, al girar la última carta, el Molt Honorable lanza un All in ("¿Suspensión del TC? ¡No me doy por aludido!"), y sorpredentemente el presidente del gobierno se hace caquita, se retira de la apuesta y permite que Mas gane sin llegar a mostrar la mano que llevaba cada uno.

Uno de los dos mentía, y era Mariano Rajoy. Los constitucionalistas que vivimos en Cataluña siempre quisimos creer que, llegada la hora de la verdad, un Estado de derecho, un Estado garantista, un Estado miembro de la UE, un país que tiene que hacerse respetar en el mundo no iba a permitir que un alto funcionario se pasara las resoluciones judiciales por el forro. Quisimos creerlo, pero el presidente del gobierno nos engañó. Y qué ingenuos fuimos. Uno creía que el desdén de Rajoy era solo una apariencia, y que ciertos límites jamás iban a ser traspasados. Uno creía que si el departamento de Educación de la Generalitat daba instrucciones de apertura de colegios con una resolución del TC prohibiéndolo, la consejera Rigau sería fulminantemente inhabilitada, aplicando el artículo 155 de la Constitución y declarando el Estado de alarma si era necesario. Uno de los dos mentía, y era Mariano Rajoy.

Ante un problema de tal gravedad, Rajoy debió pensar "Ufff... ¡qué lío!" y se fumó un puro. El presidente del gobierno no está cumpliendo su promesa de guardar y hacer guardar la Constitución, y está haciendo bueno a Rodríguez Zapatero. El presidente del gobierno, el que aseguró que no iba a subir los impuestos, el que aseguró que no iba a haber rescate bancario con cargo a los presupuestos públicos, el que aseguró que su partido no tiene dinero negro, el que aseguró que la llamada consulta no se iba a producir, nos contó el sábado que mientras él sea presidente no se va a romper España. ¿Y cómo le vamos a creer? ¿Cómo no se va a romper España si un preboste local se jacta de no cumplir una orden judicial y nadie se atreve a toserle?

Uno de los dos mentía, y era Mariano Rajoy. Yo no sé si esto tiene arreglo, porque ya no se trata de la secesión de Cataluña sino de que se está quebrando la legalidad vigente sin reacción gubernamental conocida. Lo que queda del Partido Popular, haría bien en ir pidiendo la dimisión del gobierno en bloque, por no estar cumpliendo con sus obligaciones. Aquí la única persona digna, la única que ha cumplido escrupulosamente con su obligación en esta historia ha sido la directora del colegio en el que me habría tocado "votar" a mí ayer, la única de Cataluña que se negó a entregar las llaves del centro a unos desconocidos. Al menos siempre queda alguien decente.