lunes, diciembre 28, 2015

CUP y periodismo cuñado

Que la CUP es una farsa de principio a fin, empezando por su líder y acabando por sus militantes de base, anticapitalistas con Iphone 6, lo sabemos desde hace tiempo. El happening de ayer, con su sucesión de votaciones para ver si al final, repitiendo y repitiendo, acababa saliendo que sí, ni añade ni quita nada a la imagen de estercolero (¡sin metáfora!) que dan los miembros de ese partido.

Por eso me enervo cuando veo cómo viene la prensa hoy, la escrita y la online, llena de cuñados que repiten como un solo hombre el mantra ese de que lo de la CUP es un esperpento porque la probabilidad de empate en la (tercera) votación de ayer era, concretamente, del 0.03%. Sorprende, o no, esa capacidad que tienen los periodistas de copiarse los unos a los otros, de repetir como loritos una chorrada sin plantearse si lo que están diciendo tiene algún sentido. De tratar de contrastar si quien haya 'calculado' esa probabilidad lo ha razonado, ya ni hablamos.

¿Cuál es la probabilidad de obtener un empate a 1515 entre 3030 votantes? Al parecer, algún enterao ha debido pensar que, si hay 3030 votantes, hay 3030 resultados posibles, y por lo tanto la probabilidad de empate es 1/3030 y la probabilidad de 'no-empate' es de 3029/3030. Así que, claro, la probabilidad de empate es bajísima, un cero coma cero tres por ciento, y tan amigos. Hala, a divulgar la parida.

Sin duda las generaciones de la LOGSE están tomando las redacciones de radios, periódicos y televisiones, y se están limitando a perpetrar esa clase de cálculos, o a copiarlos de algún tuitero que lo haya perpetrado. Si hay 3030 resultados posibles, la probabilidad de empate a 1515 puede ser efectivamente de 1 entre 3030, como también será una probabilidad de 1 entre 3030 la de obtener un resultado de 1514 a favor y 1516 en contra, o la de obtener 1000 a favor y 2515 en contra. Si hay 3030 resultados posibles, y consideramos que todos ellos son equiprobables, todos los resultados tienen una probabilidad del 0.03% de darse, y cada uno de los resultados en particular son igual de poco probables, de la misma manera que es poco probable que nos toque el Gordo de Navidad precisamente a nosotros.

Tal vez una aproximación más elegante a la realidad sería recurrir a la distribución binomial que, de hecho, ya hemos usado aquí alguna vez para hablar del catalanismo. En efecto, podemos considerar que cada uno de los 3030 cupaires es un imbécil al que le da igual lo que vota y tiene, individualmente, una probabilidad del 50% de votar a favor de Artur Mas y una probabilidad del 50% de votar en contra. De esta manera, se puede utilizar la distribución binomial para calcular la probabilidad de obtener 1515 votos a favor en una muestra con 3030 especímenes:


Aunque se podría hacer alguna simplificación en el cociente de factoriales, parece difícil resolver con papel y lápiz el combinatorio anterior, a no ser que usted sea un mago de la aritmética. Usando R por ejemplo, podemos obtener un resultado de 0.0145. Es decir, la probabilidad de obtener un empate en la asamblea de la CUP era de un 1.45% y no de un 0.03%. Y siendo una probabilidad efectivamente remota, si repetimos la simulación para cualquier número de votos a favor, el empate era el caso más probable:


Así que señores periodistas, déjense de repetir falsedades matemáticas y destaquen lo obvio: la CUP es un esperpento a secas, con asamblea o sin asamblea, con votación repetida o sin ella, con empate o sin empate. La CUP es una excepción en la Europa occidental, un dislate en el supuesto motor de España, un grano en el culo del mundo desarrollado. Y los periodistas tienen, por cierto, su parte de responsabilidad en que la CUP exista. Los periodistas y, por supuesto, los sucesivos gobiernos catalanes, de uno y otro signo (o habría que decir de uno y uno signo), que han dejado proliferar a los movimientos ultranacionalistas de izquierda porque era más relevante que fueran nacionalistas que que fueran ultras.

martes, diciembre 15, 2015

Rajoy facts

Si Rajoy se encontrara con un escape de agua en su despacho de Moncloa, diría "Uf, ¡qué lio!", se marcharía a leer el Marca a otro sitio y avisaría a los de mantenimiento al cabo de tres días.

Para Mariano Rajoy hay dos tipos de problemas: los que no tienen solución y los que se arreglan solos.

Para Mariano Rajoy, quemar cajeros automáticos en Bilbao es terrorismo callejero, pero quemarlos en el barrio de Gamonal no es terrorismo sino un lío que es mejor atajar cancelando unas obras en una avenida.

La política de comunicación del gobierno Rajoy es tan fiable como su pelo: barba naturalmente blanca, pero cabello sospechosamente negro, sin mácula.

Mariano Rajoy pasó de manifestarse contra el matrimonio gay a ratificar el aborto bibianista.

Mariano Rajoy pasó de criticar las subidas de impuestos de ZP a subir el IRPF a los que le habían votado.

Mariano Rajoy pasó de pedir la ilegalización de las nekanes a cohabitar resignadamente con Bildu.

Si Rajoy hubiera sido presidente del gobierno el 23-F y hubiera podido escapar del Congreso por una trampilla, en lugar de organizar los medios necesarios para sofocar el golpe de Estado, lo hubiera recurrido al Tribunal Constitucional.

Rajoy huye de periodistas por los pasillos del Senado, pero acude solícito a hablar con bertines y mariateresas o a comentar el fútbol.

Rajoy cita espontáneamente a tres líderes mundiales: Barack Obama, 'el chino' y 'el japonés'.

Si un juez imputa a una persona física (Ana Mato) por ser partícipe a título lucrativo de un delito fiscal, Mariano Rajoy hace dimitir a esa persona física. Si el mismo juez imputa a continuación a una persona jurídica (el Partido Popular) por ser partícipe a título lucrativo de un delito fiscal, fin de la cita.

Rajoy presume de no regalar ni un euro más y dejar quebrar a los del lobby de la energía solar. Desgraciadamente, no presume de lo mismo al referirse al sector bancario o a los granujas de Abengoa.

Mariano Rajoy confunde estabilidad con continuiación del zapaterismo.

Mariano Rajoy confunde conservadurismo con falta de iniciativa.

Mariano Rajoy confunde prudencia con cobardía.

Mariano Rajoy cree que, para ganar las próximas elecciones, es suficiente vender supuesta buena gestión y enfrentarse electoralmente a un demagogo, un populista y una criatura del marketing. Y, sorprendentemente, tiene razón.

Si preguntásemos a Mariano Rajoy si cree haber satisfecho las expectativas de los que le votamos en 2011, respondería que sí, salvo alguna cosa.

Cuando le contaron a Rajoy que el Madrid había quedado eliminado de la Copa del Rey, respondió: "¿Y de la europea?"

A Rajoy, la palabra 'regeneración' le suena a crecepelo, 'liberalismo' a playa nudista e 'iniciativa' a un partido excomunista que había en Cataluña.

Si Rajoy, ligeramente fatigado tras ocho elecciones generales, pierde 60 o 70 diputados, queda cerca de los niveles rubalcabescos de 2011 (110) y obtiene el peor resultado de la historia del PP, lo venderá como un éxito: los demás han quedado tras él.

Dentro de 42 meses, en un comité ejecutivo del PP, a Rajoy se le escapará la risa y acabará confesando: "¡¡Lo siento, ya no podía aguantarme más!! ¿Pero qué más tengo que hacer para que alguno de vosotros me critique y pida que me marche? ¿Sois bobos o qué?"