domingo, febrero 07, 2016

El secreto a voces que no era tal

Les digo una cosa: yo fui alumno de Joaquín Benítez en el colegio Maristas Sants-Les Corts. Todos los que pasaron por allí desde los ochenta lo tuvieron como profesor de Educación Física.

El colegio Maristas Sants-Les Corts es un colegio normal. Como cualquier adolescente, durante mis años en ese instituto tuve momentos muy buenos y momentos muy desagradables. El colegio padece los mismos problemas y tiene los mismos discutibles métodos pedagógicos progresistas que cualquier otra escuela. No obstante, probablemente, si hiciéramos una clasificación este centro estaría por encima de la media en cuanto a nivel de disciplina y de exigencia a los alumnos (pero con los tiempos que corren, con gente que llega a la selectividad perpetrando faltas de ortografía, tampoco es ningún gran elogio). Más allá de la plegaria a primera hora de la mañana, de colegio religioso tenía poco porque, con el paso de los años, las escuelas católicas han ido diluyendo el cristianismo con el respeto a la multiculturalidad, la no violencia y el ecologismo. No se hacía ningún proselitismo ideológico en las clases, salvo por supuesto el talibanismo sociolingüístico de los profesores de Catalán, ya hace más de quince años.

Con sus luces y sus sombras, el colegio Maristes Sants-Les Corts era un colegio normal. Por eso a mí y a mucha gente estos días se nos ha quedado cara de tontos. Porque no notamos nada, nunca vimos nada raro en Joaquín Benítez, ahora pederasta confeso. Un señor aparentemente afable, con fama de pasar muchas horas en el colegio, obsesionado con eso que él llama shootball y con que a sus clases fuésemos con calcetines blancos. Nunca oí el menor comentario sobre posibles abusos, ni a ningún compañero que se hubiera sentido incómodo con él. Yo de hecho hasta antes de ayer ni sabía que tuviera una camilla en su despacho. Tal vez buscaba perfiles de víctimas muy concretos, porque dudo que hubiera podido abusar de algún compañero de mi promoción sin que se hubiera corrido la voz. Sí es cierto que se las daba de pseudomédico y afirmaba, cuñadísticamente, que podía detectar problemas de espalda solo con vernos caminar, pero no recuerdo que pretendiera detectárselos a nadie de mi entorno.

No tengo ninguna necesidad de defender al colegio: una de las cosas que nos inculcaron allí fue que tienes que espabilar y sacarte tú mismo las castañas del fuego, por lo tanto ya se apañarán para defenderse ellos. Solo querría dejar escrito aquí con mi nombre que, contra lo que la prensa comenta estos días en boca de personas anónimas, ni era un secreto a voces (al menos no entre 1997 y 2001) que hubiera abusado de algún niño, ni los que estuvimos allí aquellos años vimos nada raro. El que tenga que denunciar, que lo haga y con todas las consecuencias. El runrún anónimo de twitter y todo lo demás es bullshit.