sábado, mayo 19, 2007

Chaveslandia


Han pasado cinco días, y tras una aparentemente tortuosa y extenuante caminata, 140 representantes de los empleados de Delphi en la bahía de Cádiz han sido recibidos por el presidente del cortijo andaluz, Manuel Chaves.

A los sindicatos les parece muy mal esto de que una empresa decida cerrar y largarse. Delphi no se cierra, dicen. Deben pensar, imagino, que trabajar equivale a casarse con el empresario, que es un caballero que ofrece puestos de trabajo por generosidad y amor al arte. Hoy Chaves ha aprovechado la presencia de los de Delphi para asegurarles que no tienen nada que temer, que ya está negociando él por su cuenta su recolocación en cuatro empresas que se ubicarán en la bahía de Cádiz.

Esta aseveración de Chaves, al margen del electoralismo recurrente, da a entender que:

1) Los disturbios ocasionados por las organizaciones sindicales en las semanas posteriores al anuncio de cierre por parte de Delphi, que han incluído desde el corte de vías públicas hasta huelgas salvajes con presencia de piquetes coercitivos que han quebrantado la ley, le parecen al presidente andaluz un comportamiento justificable que no merecía la mayor reprimenda en el día de hoy.

2) Ese mismo comportamiento no sólo merece ser reprimido por el máximo funcionario público autonómico sino que es motivo suficiente como para cooperar y buscar una solución a medida para los afectados.

3) La circunstancia que ha ocasionado el cierre de la factoría de Delphi, que no es otra que la ausencia de interés empresarial en mantenerse en un tejido industrial para el que el único atractivo acaba siendo una subvención, se soluciona negociando con otras empresas la incorporación de los afectados con un mecanismo idéntico. ¿Qué significa negociar con esas empresas? Pues subvencionarlas para la contratación de un personal que realmente no necesitan. Porque si los necesitan ¿para qué negociar ni subvencionar nada?

Amiguitos progres: modestamente, creo que a estas alturas y con la competencia de otras economías con costes laborales mucho menores, la política industrial no puede consistir en repartir subsidios a cambio de la contratación de unos empleados o del establecimiento en un determinado territorio. Para que una empresa sea competitiva, tiene que explotar un negocio viable, con unas políticas fiscales atractivas (y un subsidio no es un estímulo fiscal), con productos de calidad que le permitan competir con otras economías con mano de obra más barata.

Los 1600 despedidos de Delphi, y el conjunto de ciudadanos bienpensantes, estarán muy contentos con el anuncio de Chaves de recolocar a los afectados en otras empresas vía negociación con las mismas. El conjunto de andaluces va a pagar el nuevo sueldo de esos 1600. Como vía de fidelización del votante, el subsidio es una herramienta excelente, inmejorable. Pero mientras tanto, y vamos ya camino de la tercera generación de andaluces enganchados a la ubre del dinero público (entre el PER, los subsidios a empresas y ayuditas varias), el sur de España sigue siendo un inmenso agujero negro, donde todo el que intenta salir adelante con su propia iniciativa ve cómo su esfuerzo sólo sirve para mantener a sus conciudadanos.

Un tejido industrial que es un espejismo, una agricultura sobredimensionada y un paraíso funcionarial. Ésa es la realidad clientelar que debería aparecer en el estatuto andaluz, una realidad clientelar que seguirá incólume mientras el Partido Socialista siga controlando con mano de hierro su indiscutible granero de votos, y lastrando, con él, el progreso de toda España.