Si Rajoy se encontrara con un escape de agua en su despacho de Moncloa, diría "Uf, ¡qué lio!", se marcharía a leer el Marca a otro sitio y avisaría a los de mantenimiento al cabo de tres días.
Para Mariano Rajoy hay dos tipos de problemas: los que no tienen solución y los que se arreglan solos.
Para Mariano Rajoy, quemar cajeros automáticos en Bilbao es terrorismo callejero, pero quemarlos en el barrio de Gamonal no es terrorismo sino un lío que es mejor atajar cancelando unas obras en una avenida.
La política de comunicación del gobierno Rajoy es tan fiable como su pelo: barba naturalmente blanca, pero cabello sospechosamente negro, sin mácula.
Mariano Rajoy pasó de manifestarse contra el matrimonio gay a ratificar el aborto bibianista.
Mariano Rajoy pasó de criticar las subidas de impuestos de ZP a subir el IRPF a los que le habían votado.
Mariano Rajoy pasó de pedir la ilegalización de las nekanes a cohabitar resignadamente con Bildu.
Si Rajoy hubiera sido presidente del gobierno el 23-F y hubiera podido escapar del Congreso por una trampilla, en lugar de organizar los medios necesarios para sofocar el golpe de Estado, lo hubiera recurrido al Tribunal Constitucional.
Rajoy huye de periodistas por los pasillos del Senado, pero acude solícito a hablar con bertines y mariateresas o a comentar el fútbol.
Rajoy cita espontáneamente a tres líderes mundiales: Barack Obama, 'el chino' y 'el japonés'.
Si un juez imputa a una persona física (Ana Mato) por ser partícipe a título lucrativo de un delito fiscal, Mariano Rajoy hace dimitir a esa persona física. Si el mismo juez imputa a continuación a una persona jurídica (el Partido Popular) por ser partícipe a título lucrativo de un delito fiscal, fin de la cita.
Rajoy presume de no regalar ni un euro más y dejar quebrar a los del lobby de la energía solar. Desgraciadamente, no presume de lo mismo al referirse al sector bancario o a los granujas de Abengoa.
Mariano Rajoy confunde estabilidad con continuiación del zapaterismo.
Mariano Rajoy confunde conservadurismo con falta de iniciativa.
Mariano Rajoy confunde prudencia con cobardía.
Mariano Rajoy cree que, para ganar las próximas elecciones, es suficiente vender supuesta buena gestión y enfrentarse electoralmente a un demagogo, un populista y una criatura del marketing. Y, sorprendentemente, tiene razón.
Si preguntásemos a Mariano Rajoy si cree haber satisfecho las expectativas de los que le votamos en 2011, respondería que sí, salvo alguna cosa.
Cuando le contaron a Rajoy que el Madrid había quedado eliminado de la Copa del Rey, respondió: "¿Y de la europea?"
A Rajoy, la palabra 'regeneración' le suena a crecepelo, 'liberalismo' a playa nudista e 'iniciativa' a un partido excomunista que había en Cataluña.
Si Rajoy, ligeramente fatigado tras ocho elecciones generales, pierde 60 o 70 diputados, queda cerca de los niveles rubalcabescos de 2011 (110) y obtiene el peor resultado de la historia del PP, lo venderá como un éxito: los demás han quedado tras él.
Dentro de 42 meses, en un comité ejecutivo del PP, a Rajoy se le escapará la risa y acabará confesando: "¡¡Lo siento, ya no podía aguantarme más!! ¿Pero qué más tengo que hacer para que alguno de vosotros me critique y pida que me marche? ¿Sois bobos o qué?"