martes, septiembre 13, 2016

Crónicas del prusés: preludio

Es difícil ponerse en la piel del otro, pero creo que si yo fuera independentista catalán y mis líderes llevaran 5 años diciéndome:

(1) que Cataluña va a ser un nuevo estado de Europa (manifestación del 11 de septiembre de 2012),

(2) que estas van a ser las últimas elecciones autonómicas (las de noviembre de 2012),

(3) que vamos hacia la independencia (corro de la patata gigante del 11 de septiembre de 2013),

(4) que ahora es la hora (manifestación del 11 de septiembre de 2014),

(5) que vamos a votar si queremos ser independientes y esto ya es irreversible (autodenominado proceso participativo del 9 de noviembre de 2014),

(6) que vamos a proclamar la independencia el 23 de abril de 2015,

(7) que estas van a ser la últimas elecciones autonómicas (las de septiembre de 2015),

(8) que vamos a proclamar la independencia en un plazo de 18 meses a contar desde la celebración de las últimas elecciones autonómicas (las de septiembre de 2015),

(9) que vamos a proclamar la independencia en un plazo de 18 meses a contar desde la investidura del nuevo presidente de la Generalitat (enero de 2016),

(10) que está todo a punto (manifestación del 11 de septiembre de 2016),

(11) que el año que viene por estas fechas estaremos celebrando la proclamación de la independencia (manifestación del 11 de septiembre de 2016),

(12) y que el año que viene vamos a convocar las últimas elecciones autonómicas, que serán constituyentes (manifestación del 11 de septiembre de 2016);

algo me hace pensar que, al cabo de cinco años, estaría empezando a sospechar si no me están tomando el pelo. Como no soy independentista, al ver a la turba manifestarse con tanto entusiasmo cada 11 de septiembre, lo único que pienso a estas alturas es que solo pueden pasar dos cosas:

- los manifestantes no se dan cuenta de que les están engañando, y por lo tanto son completamente gilipollas;

o bien

- los manifestantes en el fondo saben que les están engañando, pero les da igual porque mola formar parte de una masa tan grande, y por lo tanto son bastante gilipollas.

Sinceramente no veo otra posibilidad, y espero que la situación real está siendo la segunda: no tengo mucho respeto por mis coetáneos en general, pero siempre me reconfortaría saber que la mitad de los me rodean no son idiotas perdidos. Ante este fenómeno de cada 11 de septiembre, ante las consecuencias reales que está teniendo y las que no está teniendo, creo que es interesante dedicar algunas entradas.

Estos años me he resistido mucho a escribir sobre el prusés, primero porque es un tema ya muy manoseado por todos los opinólogos y tertulianos varios, y segundo porque creía que era un asunto que iba a durar cuatro días, pero ya no aguanto más. En los próximos martes habrá que repasar cómo hemos llegado hasta aquí; cuáles están siendo las consecuencias reales del prusés y cuáles no; y qué podría hacer el gobierno, si estuviera presidido por alguien sin ser dominado por la pereza y la atonía, para tratar de reconducir la situación. Nos vemos.