La tormenta perfecta. Los duques de Palma en los tribunales; el partido del gobierno sobrecogido; el de la oposición y los sindicatos con los eres falsos; concejales, alcaldes, diputados y presidentes autonómicos imputados; banqueros y, sobre todo, cajeros con malas prácticas; y todo aderezado con unas cifras de paro escandalosas y ningún indicio de recuperación a corto plazo por parte de la ciudadanía.
Que se venga abajo de golpe toda la trama de sobreentendidos y corruptelas que, bajo el manto protector de la estabilidad del sistema, venía sosteniendo al país desde 1978, tiene un lado bueno y un lado malo. El bueno es evidente, siempre es mejor la transparencia y la verdad aunque duela que las oscuras maniobras en la sombra. Pero también tiene un lado malo: aquí parece que todo lo oficial, todo lo sujeto a escrutinio público, todo lo que puede asumir alguna responsabilidad pública tiene algo que ocultar, y en cambio los únicos que pueden campar a sus anchas, sin responsabilidades, sin obligaciones y, por lo visto últimamente, sin que estén sometidos a la ley y las normas cívicas más elementales, son los de la Plataforma de Atontados por la Hipoteca, la versión 2013 de los indignantes de 2011 y del no a la guerra de 2003.
Siempre preferiré un sistema político en el que nuestros dirigentes tienen que andar mucho cuidado al elegir sus amistades y pueden llegar a tener que montar una rueda de prensa justificando unas fotos con un contrabandista de hace dieciocho años, que un sistema en el que el expresidente del gobierno acompaña hasta la puerta de la cárcel a un secuestrador, y tan felices. Pero de ahí a que tengan manga ancha los antisistema, median muchas diferencias. Los dos grandes partidos no espabilan y no se dan cuenta de que no pueden entregar gratuitamente el poder a una panda de demagogos, a los que viven de pedir responsabilidades a los demás pero afirman que ellos jamás han tenido ni deben tener ninguna.
O se espabila el sistema, o vienen los malos, los malos de verdad. O nuestros políticos tradicionales se enteran de la película, o mucho me temo que de aquí a cuatro días vamos a tener a la gorda esa de las hipotecas como presidenta de la República, a Jordi Évole de primer ministro y a Alberto Garzón, el joven diputado estalinista, de gobernador del Banco de España. Y ya verán qué bien nos va a ir a todos entonces, ya.
Unas cuantas maneras de espabilar:
(1) Reformen la administración, pensando cómo debería ser la administración pública si inventáramos el país hoy, empezando desde cero.
(2) Defiendan y apliquen la ley, sin miedo a que los indignantes se quejen.
(3) Pacten ustedes dos, Mariano y Alfredo, qué fechorías de la Corona, del PP o del PSOE es mejor tapar sin dejar rastro por razones de Estado, y para todo lo demás, liquiden todo rastro de corrupción que conozcan.
(4) No se escondan de los periodistas detrás de los plasmas.