Allá por el año 2006, el escritor ultranacionalista Víctor Alexandre publicó un librito titulado Tv3 a traïció, una denuncia de la, a su juicio, progresiva españolización que se estaba apoderando de la televisión autonómica catalana. En el faldón del libro, se leía: Tv3 a traición: ¿televisión nacional de Cataluña o de cuatro provincias españolas?. De acuerdo con el criterio del personaje, desde que el tripatito llegó al poder en 2003, Tv3 se estaba convirtiendo en una cadena llena de mensajes subliminales en contra de las aspiraciones nacionales de Cataluña, y esa traición a los principios de la Tv3 de siempre iba a dejar huérfanos a millones de catalanistas, lo cual iba a tener importantes repercusiones a largo plazo en la hegemonía del nacionalismo catalán. En la imagen superior, una captura de la Tv3 de aquella época, hace siete años.
Que Santa Lucía le conserve la vista.
No sé si la Tv3 de entonces era demasiado española, quizás lo era si lo comparamos con lo de ahora. La principal diferencia entre la Tv3 de 2006 y la de 2013 es que en la de hace siete años no invitaban a Víctor Alexandre (quien, además de Tv3 a traició, ha escrito otros best-sellers que pasarán a la historia de la literatura universal como ¡Yo no soy español! o El caso Carod: 50 días de linchamiento político de una nación) y en la de ahora él es un personaje perfectamente integrado en la programación típica diaria.
La Tv3 de hoy en día es un cúmulo de propaganda a mayor gloria del presidente de la Generalitat en la sombra, Oriol Junqueras. Ellos ya trabajan para quien creen que va a mandar de aquí a un año y medio, como si no estuviera mandando ya. Sin Tv3, el llamado proceso hacia la independencia no existiría. Y de hecho en realidad no existe, pero de esto ya hablaremos otro día. El tal proceso solo existe en tanto que lo relata Tv3. Verás el programa matinal y leerás la pregunta del día: "¿Cree usted que alguna vez España ha aceptado que no es una única nación?"
Pondrás el informativo y le dedicarán 34 minutos a los preparativos del corro de la patata gigante del 11 de septiembre como primera noticia, para seguir con 2 minutos por los bombardeos en Siria como segunda noticia. En la tertulia del programa de la tarde te recordarán todos los días (bueno, de lunes a jueves, porque la tertulia del viernes es en exclusiva sobre la telenovela de sobremesa) que si no eres independentista eres rarito, y que si crees que la soberanía nacional reside en todo el pueblo español y no estás a favor de eso que llaman derecho a decidir, eres un fascista. En el Polònia ridiculizarán, por orden de dedicación, a Duran i Lleida (su objetivo favorito), a la familia real y a Artur Mas, y poca cosa más. Y si de madrugada pones algún programa alternativo de esos que dan por el 33, te encontrarás con un tío que dispara a un cartón con la foto del Rey.
Creerás que el fin de semana se relajan un poco, pero nada más ver los titulares del 3/24 el sábado por la mañana te darás cuenta de que sigue la fiesta. Los domingos verás la Fórmula 1, ni que sea durante las interminables pausas de Antena 3, y en el Gran Premio de Canadá, disputado en Montreal, te recordarán que el Quebec es otra nación sin estado, y que Fernando Alonso es uno de los mayores exponentes del automovilismo... asturiano.
A todo esto, hace tiempo que decidí que no volvería a ver Tv3, ni escuchar Catalunya Ràdio, ni RAC-1 ni leer La Vanguardia ni atender a ningún otro medio de comunicación local. Y la verdad, no se pueden imaginar lo bien que sienta.