No es que me parezca mal que un valiente periodista haya interpelado a los etarras en la feria del exterrorista en Durango. No me parece mal que les recrimine que no han pedido perdón, pero en realidad tampoco me importa lo más mínimo si se arrepienten o no. Que llegue un día que un delincuente se arrepienta de sus crímenes y pida perdón no debe importarle a nadie, salvo quizás a los sacerdotes.
Mirando el vídeo, lo más llamativo son los pelotas. Esos chiquitos que, raudos y veloces, surgen de la nada y se apresuran a rodear y empujar al periodista, venga chaval, fuera de aquí que nuestros amiguitos etarras han dicho que no hacían declaraciones. Si el presidente del gobierno no acepta preguntas de los periodistas, ¿cómo iban a aceptarlas los etarras?
Y por cierto, hablando del presidente del gobierno, si esto no es un proceso de paz, alguien debería hacer un esfuerzo por evitar que se pareciera tanto.