No todo en el septenio negro de José Luis Rodríguez Zapatero fue
terrible. Uno de los logros más encomiables del anterior gobierno
socialista fue la notable disminución de los muertos en accidentes de
tráfico. Ese es un indicador objetivo, pero además muchos tenemos la
sensación de que la gente conduce ahora mejor que antes y cada
vez es más difícil encontrarte con un gilipollas al volante. De hecho
ahora parece que los gilipollas van en bici, pero de eso ya hablaremos
otro día.
Las mejoras en la seguridad vial desde 2004 son la prueba más
palpable de que, en política, el método más eficaz para lograr tus
objetivos es la represión. Inundar España de radares. Multiplicar los
controles. Endurecer las multas. Aplicar a rajatabla la presunción de
veracidad de los testimonios de los agentes de tráfico. Poner al
ciudadano al borde de la indefensión, dificultando los recursos
administrativos. Ni pedagogía, ni voluntarismo, ni frases vacías: cuando
el Estado te viene de frente, mejor que te apartes.
Quizás no era el objetivo que se proponía, pero Pere Navarro, aquel
director de la DGT que se llamaba como el líder de lo que queda del PSC,
nos mostró a todos la supremacía del despotismo frente a la
socialdemocracia como vía para gestionar la vida pública: los
socialistas predican que el poder tiene que ser cercano al ciudadano,
que hay otra manera de hacer política, que hay que ser persuasivo, escuchar, dialogar y hacerse comprender, pero a la hora de la verdad
saben que, si quieren conseguir algo desde el poder, hay que aplastar a
todo cuanto estorbe.
No es lo mismo predicar que dar trigo, y nunca como con la seguridad
vial socialdemócrata se vio tan claro la diferencia entre el
dicho y el hecho. Si nuestros
políticos locales no combaten la pequeña delincuencia o el incivismo, no
es porque no sepan ni puedan, es porque no les da la gana, porque
Zapatero les enseñó que bastaba con tolerancia cero y represión, mucha represión.
Cuando ha querido, la izquierda siempre ha reprimido con mucha más
eficacia y soltura que la derecha, tal vez porque, al estar envuelta la
izquierda de tanto adorno bienintencionado, no tiene tantos
remordimientos. Aquí hace tiempo que vivimos con el paso aparentemente cambiado, con una derecha pusilánime y timorata y una izquierda represora y autoritaria. Ahora veo a eso que dicen que es la derecha haciéndose
un lío con el terrorismo callejero en Burgos, accediendo a las demandas
de gente que utiliza la violencia para cambiar las decisiones del pleno
del Ayuntamiento, y transitoriamente me entran ganas de votar al PSOE,
fruto de la melancolía y el pesimismo.