martes, septiembre 22, 2015

Miénteme

Acostumbrado a mentir más que habla, el presidente del gobierno lleva unas cuantas semanas afirmando dos cosas contradictorias entre sí a propósito de las elecciones catalanas del próximo domingo: una, que pase lo que pase se cumplirá la ley; y dos, que en caso de independencia, Cataluña sería un harapo expulsado de la Unión Europea y de la zona euro, con fuga de capitales, impago de pensiones y graves penurias. El presidente del gobierno no se debe haber dado cuenta, pero si se hace cumplir la ley pase lo que pase, no puede haber independencia de Cataluña y, por lo tanto, no hay que elucubrar con salidas del euro o huída de empresas hacia Madrid, simplemente porque no tiene sentido formular hipótesis de salida si se conoce de antemano que las hipótesis son falsas.

En la vergonzosa campaña catalana, tanto el candidato del PP, Xavier García Albiol, como el candidato golpista, Raül Romeva, se están dedicando todos los días a anunciar respectivamente el desastre y el paraíso que encontraríamos los catalanes en caso de independencia. Mienten ambos, pero no por las consecuencias que pronostican, sino porque tratan de hacernos creer que la independencia es una opción posible en el futuro. Quién nos iba a decir que el PP iba a presentarse a unos comicios afirmando que, mediante unas elecciones autonómicas, es posible que España se parta en dos, y además sin que todos los españoles puedan opinar sobre ello. Por su proverbial torpeza, tal vez no se han dado cuenta, pero hay que repetirlo: para tratar de movilizar a su electorado, el PP, Ciudadanos, el PSC, la CUP, y Junts pel Mas están compartiendo una misma estrategia. Todos mienten como bellacos porque todos hablan de la independencia como un futurible.

Que el presidente del gobierno anuncie que se va a cumplir la ley es una excelente noticia, y además es toda una novedad porque sería la primera vez que en España se hace cumplir una ley. En España los ganaderos gallegos pueden bloquear la entrada a un centro logístico durante diez días porque les da la real gana, sin que nadie (¡ni siquiera el propietario del centro logístico!) pida que la policía intervenga. En España los giliflautas de Sants pueden impedir que se ejecute una resolución judicial que ordena el desalojo y derribo de un edificio. En España los basureros huelguistas pueden quemar sus propios contenedores y exigir no ser despedidos para que se termine la huelga. En España un presidente autonómico puede pasarse por el forro las sentencias del TC y convocar a los ciudadanos a votar en urnas de cartón, sin que el gobierno lo inhabilite por decreto. En España la mitad de comunidades autónomas anuncian que no les da la gana de aplicar la LOMCE y el nuevo ministro acude raudo y veloz a aprobar una especie de moratoria para que la ley no tenga que aplicarse. En España se retiran banderas oficiales de fachadas de ayuntamientos y se colocan en su lugar símbolos inconstitucionales, se desmonta la imagen del jefe del Estado, se proclaman municipios desafectos a la Constitución, sin que el gobierno vea necesario intervenir en ningún caso. Pedazo de gobierno de derechas, madre mía qué señores tan autoritarios. Qué gran noticia que Mariano Rajoy nos anuncie que, por fin, se van a cumplir las leyes. No me extraña que Albiol dijera que se va a acabar la broma, porque efectivamente el gobierno se lo ha tomado todo a broma hasta la fecha, y ahí sigue, al menos por ahora.

Claro que los que creemos en el imperio de la ley como primera garantía democrática vamos a ir a votar contra Artur Mas. Claro que los que creemos que el nacionalismo catalán es un enemigo de la libertad vamos a ir a votar contra Artur Mas. Claro que los que creemos que el prusés es un coñazo vamos a ir a votar contra Artur Mas. Claro que los que despreciamos el tufo socialdemócrata de los que anuncian todo gratis total con la independencia vamos a ir a votar contra Artur Mas. Pero no porque pensemos, como pretenden hacernos creer, que en estas elecciones se decide la independencia, sino porque sería mucho más agradable derrotar a los golpistas en las urnas y enterrar el prusés que tener que recurrir a mecanismos legales que hasta ahora jamás se han utilizado y que quizás ni el gobierno sabe cómo aplicar. Iremos a votar, pero eso sí, iremos orteguianamente: sin esperanzas, con convencimiento.