martes, octubre 11, 2016

Crónicas del prusés (II): El interés

Decíamos ayer que, preguntados acerca de para qué demonios quieren la independencia, el motivo más habitual que esgrimen los secesionistas no es en realidad un motivo: justificar con el llamado derecho a decidir lo adecuado que es separarse del resto de España es como justificar lo bueno que es tener de líder del PSOE a Pedro Sánchez con el derecho de los militantes de base a elegir el líder del PSOE. En el fondo no se está entrando a valorar lo bueno o lo malo de la independencia o lo bueno o malo del liderazgo de Pdro Schz, simplemente uno se sale por la tangente y no responde.

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Bueno, pero los catalanes tenemos motivos sobrados, ni mucho menos es solo el derecho a decidir -responderá entonces el indepe-. ¡A los catalanes nos interesa la independencia! (pongo en cursiva lo de los catalanes por la manía esa que tienen los separatistas más recalcitrantes de tomar el todo por la parte cuando se refieren a sí mismos como los únicos catalanes posibles)

¿Qué es eso de que "a los catalanes nos interesa"? Si me creyera la historia esta, al parecer los catalanes tenemos una economía más productiva que la extremeña, menos funcionarios que en Extremadura, más ganas de trabajar que los extremeños, más inteligencia que los extremeños, más impuestos que los extremeños, peores autovías que los extremeños y estamos más cerca "de Europa" que los extremeños, y además está el yugo opresor del gobierno español que bloquea maquiavélicamente cualquier inversión extranjera en Barcelona para evitar hacerle sombra a Madrit. Ustedes pueden creer que estoy ridiculizando o menoscabando los argumentos serios de los independentistas, pero prueben ustedes a sintonizar una tertulia de TV3 cualquier día y verán que me he quedado corto; o si les parece que una tertulia no vale porque hay que buscar tribunas donde se lancen opiniones más ilustradas, prueben ustedes a hojear el diario de sesiones del Parlamento de Cataluña a cuenta de cualquier debate de cualquier sesión de cualquier año reciente (¡o lejano!) y, aunque no aparecerá *literalmente* lo que he escrito, si leen entre líneas lo verán clarísimo. Como decía, a los catalanes nos ocurren todas estas desgracias mientras los madrileños nos oprimen y los extremeños hacen el zángano a nuestra costa. Por lo tanto, a los catalanes nos interesa independizarnos: si Cataluña se convierte en una nación soberana, tendremos más infraestructuras, tendremos menos impuestos y además los pocos impuestos que tengamos no saldrán de Cataluña para alimentar a los vagos extremeños, atraeremos más actividad económica porque los chinos se pondrán a invertir como locos en el puerto de Barcelona, el mundo nos señalará asombrado al vernos como la perla del Mediterráneo, y seremos más felices porque nos habremos convertido en un paraíso terrenal y, sobre todo, fiscal.


Creo que cualquier día de estos el Institut Nova Història anunciará que el cuadro anterior ha sido erróneamente atribuido a un neerlandés durante varios siglos, y que en realidad no lo pintó Hieronymus Bosch sino el ciudadano de Collbató Jeroni Bosch. En el cuadro, a la izquierda vemos la Cataluña originaria, en el centro la Cataluña independiente y a la derecha la Cataluña autonómica.

Aunque ahora no lo crean, no es la intención de este post analizar si la situación de Cataluña que describen los nacionalistas catalanes es o no es del todo cierta, ni si es o no es del todo culpa del yugo opresor madrileño, ni si el futuro que vislumbran para cuando acabe el prusés es o no es del todo verosímil. Antes de eso, hay que fijarse en un concepto: ¿qué es esto de la independencia por interés?

Desde hace milenios, la organización espontánea del hombre como animal social, los intercambios mercantiles y culturales entre pueblos, la fuerza ejercida por las élites, los progresos científicos o tecnológicos en diversas culturas, etcétera, han acabando forjando en todas las civilizaciones del mundo unas estructuras que detentaban el poder coercitivo, que recaudaban tributos y se adjudicaban el dominio sobre territorios, sobre mares y por supuesto sobre individuos. Primero eran señoríos, imperios o reinos. Hoy en día son los Estados-Nación modernos. Hoy, los Estados-Nación modernos se han formado por una confluencia de factores como los antes enumerados, además de por azar, por sangre o por coitos entre reyes. Hoy, en Occidente, no está muy claro si hay algo tangible que nos haga realmente iguales, si hay algo que nos mantiene en común a los ciudadanos de un Estado-Nación moderno y nos diferencia de los del Estado-Nación moderno de al lado.

Sí parece bastante claro, en cambio, que los ciudadanos de un mismo Estado-Nación moderno nos solemos reconocer entre nosotros como coetáneos, sometidos a unas mismas dinámicas, partícipes de unos mismos principios de justicia y de acción. Entre nosotros nos vemos como iguales y ello no significa que compartamos intereses ni objetivos: permítanme que me ponga socialdemócrata durante 20 segundos, entre nosotros puede haber ancianos, o gente desatendida, o gente desempleada, y ello no impide que entre todos compartamos unos ciertos principios no escritos de unidad de acción. Formar parte de un mismo Estado moderno, democrático, es ser ciudadanos que se reconocen entre ellos como cercanos, sin que ello impida que puedan tener intereses contrapuestos, y ni que tengan ninguna clase de homogeneización ni cultural ni de ningún otro tipo.

¿Qué es eso de que Cataluña se independice del resto de España "por interés"? Si tuviera que hacer una lista de todas las personas, españolas o no, con las que no me intersa en absoluto volver a cruzarme, tendría para varios días. Lo de colocar una frontera donde no la había es algo muy serio, y que tus principios de justicia y unidad de acción los definas solo sobre aquellos individuos sobre los que tienes intereses es, por decirlo suavemente, ligero, entre otros motivos porque seguramente yo comparto muchos más intereses con otro barcelonés, o con un madrileño o con un londinense que con un señor del Pont de Suert, lugar que tal vez no visitaré en la vida. Valorar como iguales a ti solo a los que te interesan es algo que vemos hacer a Sheldon Cooper en The Big Bang Theory, y que nos parecería profundamente inmoral si viéramos a alguien obrando así en la vida real. Pero esto está ocurriendo en Cataluña y hay quien lo ve como un argumento perfectamente respetable. Yo respeto intelectualmente cien veces más a los que intenten encontrar diferencias culturales, o lingüísticas, o xenófobas para justificar la independencia de Cataluña que a los que la defiendan porque es lo que "nos interesa". Que les zurzan.

martes, septiembre 20, 2016

Crónicas del prusés (I): Confundir el cómo con el qué

Años antes de que eclosionara el prusés, cuando al economista autodenominado liberal Xavier Sala Martín le preguntaban por qué era independentista catalán, él respondía lo siguiente (en este ejemplo de 2007, en el minuto 02:35):



"Yo soy independentista, pero no independentista catalán, o no solo independentista catalán, soy independentista de cualquier país que quiera la independencia. Si un conjunto de personas decide de manera democrática hacer una nación nueva a través de un referendum, yo no veo cómo ninguna persona democrática puede oponerse."

Ya antes de empezar el prusés estábamos con el mismo sofisma. Sin duda, este motivo es uno de los más frecuentes que cualquier independentista da cuando es preguntado al respecto. Fijense bien en la respuesta: cuestionado por la coña esta de la independencia, Sala Martín no responde a lo que se le pregunta, sino que en realidad explica que lo suyo es independentismo subrogado. No me imagino a alguien respondiendo "Yo soy capitalista porque si una mayoría de gente decide democráticamente que está a favor del capitalismo, no veo cómo ningún demócrata puede oponerse", o "Yo soy monárquico porque si una mayoría de gente decide democráticamente que el país tiene que ser monárquico, no veo cómo ningún demócrata puede oponerse". Lo normal cuando a uno le preguntan si es capitalista o socialista, o monárquico o republicano, o si prefiere carne o verduras, es que dé algún tipo de respuesta mínimamente sustanciada. Ni siquiera hablo de respuestas intelectualmente elevadas o que requieran una reflexión profunda. Cuando a alguien le preguntan por su ideología o por sus preferencias, lo normal es que dé algún tipo de motivo, no que se subrogue a lo que digan los demás. Responder "porque si la mayoría lo quiere, ningún demócrata se puede oponer" suena a escapismo, a querer rehuir la pregunta real.

Desde que empezó la coña esta del prusés, el 80% del tiempo se está dedicando al cómo y no al qué. Se está huyendo del debate último sobre cuáles son los argumentos reales que hay detrás del separatismo o del llamado unionismo, y se centran los esfuerzos 'intelectuales' en el cómo: que si la consulta con cajas de cartón del 9-N tenía validez o no, que si votando de tal o cual manera está bien, que si un 51% es suficiente o si hace falta un 80%, que si votos o escaños, que hay que ver qué malos son los fascistas españoles que no nos dejan sacar las urnas, que si las encuestas dicen que esta semana hay 10 independentistas más. Es mucho más difícil, en cambio, escuchar debates sobre el qué. Y no es exclusivo de los indepes, porque oigan: alertar sobre las supuestas consecuencias económicas terribles (o sobre los supuestos beneficios maravillosos) de una secesión también es huir del debate sobre el qué, aunque de eso hablaremos otro día. En una pugna política, siempre es intelectualmente más fácil renunciar a dar la batalla de las ideas. El presidente del gobierno, sin ir más lejos, es un adicto a ese vicio.

Siempre es más sencillo dar motivos vagos como "es lo que quiere la mayoría" que tener que bajar al barro a contraponer puntos de vista. Así que, para examinar los argumentos del separatismo y los contrarios, de entrada hay que tirar a la basura todo cuanto verse sobre el derecho a decidir, porque eso es irrelevante y desvía el foco real de la discusión. Si uno es independentista porque cree que "si la mayoría de los que me rodean lo son, tiene que ser bueno, y tendrían que poder votar sobre ello", es que más que independentista es un poco cortito, la verdad.

martes, septiembre 13, 2016

Crónicas del prusés: preludio

Es difícil ponerse en la piel del otro, pero creo que si yo fuera independentista catalán y mis líderes llevaran 5 años diciéndome:

(1) que Cataluña va a ser un nuevo estado de Europa (manifestación del 11 de septiembre de 2012),

(2) que estas van a ser las últimas elecciones autonómicas (las de noviembre de 2012),

(3) que vamos hacia la independencia (corro de la patata gigante del 11 de septiembre de 2013),

(4) que ahora es la hora (manifestación del 11 de septiembre de 2014),

(5) que vamos a votar si queremos ser independientes y esto ya es irreversible (autodenominado proceso participativo del 9 de noviembre de 2014),

(6) que vamos a proclamar la independencia el 23 de abril de 2015,

(7) que estas van a ser la últimas elecciones autonómicas (las de septiembre de 2015),

(8) que vamos a proclamar la independencia en un plazo de 18 meses a contar desde la celebración de las últimas elecciones autonómicas (las de septiembre de 2015),

(9) que vamos a proclamar la independencia en un plazo de 18 meses a contar desde la investidura del nuevo presidente de la Generalitat (enero de 2016),

(10) que está todo a punto (manifestación del 11 de septiembre de 2016),

(11) que el año que viene por estas fechas estaremos celebrando la proclamación de la independencia (manifestación del 11 de septiembre de 2016),

(12) y que el año que viene vamos a convocar las últimas elecciones autonómicas, que serán constituyentes (manifestación del 11 de septiembre de 2016);

algo me hace pensar que, al cabo de cinco años, estaría empezando a sospechar si no me están tomando el pelo. Como no soy independentista, al ver a la turba manifestarse con tanto entusiasmo cada 11 de septiembre, lo único que pienso a estas alturas es que solo pueden pasar dos cosas:

- los manifestantes no se dan cuenta de que les están engañando, y por lo tanto son completamente gilipollas;

o bien

- los manifestantes en el fondo saben que les están engañando, pero les da igual porque mola formar parte de una masa tan grande, y por lo tanto son bastante gilipollas.

Sinceramente no veo otra posibilidad, y espero que la situación real está siendo la segunda: no tengo mucho respeto por mis coetáneos en general, pero siempre me reconfortaría saber que la mitad de los me rodean no son idiotas perdidos. Ante este fenómeno de cada 11 de septiembre, ante las consecuencias reales que está teniendo y las que no está teniendo, creo que es interesante dedicar algunas entradas.

Estos años me he resistido mucho a escribir sobre el prusés, primero porque es un tema ya muy manoseado por todos los opinólogos y tertulianos varios, y segundo porque creía que era un asunto que iba a durar cuatro días, pero ya no aguanto más. En los próximos martes habrá que repasar cómo hemos llegado hasta aquí; cuáles están siendo las consecuencias reales del prusés y cuáles no; y qué podría hacer el gobierno, si estuviera presidido por alguien sin ser dominado por la pereza y la atonía, para tratar de reconducir la situación. Nos vemos.

jueves, abril 28, 2016

En la muerte política de Carmen Chacón

En febrero de 2008, en la presentación de resultados anuales del Banco Santander, un periodista británico le preguntó a Emilio Botín por cuál era el techo de beneficios futuros que veía para el banco. Botín, que pilotaba un emporio que acababa de comerse al ABN Amro, que se hacía fuerte en Inglaterra tras relanzar el Abbey, que batía records de beneficios en España y que empezaba a conocerse en todo el mundo por el patrocinio en la Fórmula 1, respondió en inglés macarrónico: The sky is the limit. Lo que ocurrió en los años siguientes ya lo hemos visto.

En esa misma época, había otra persona para la que tampoco parecía haber límites. Carmen Chacón. De concejal de segunda en Esplugues, a persona de la máxima confianza de Rodríguez Zapatero. En la oposición (2000-2004), demagoga en nivel troll, focalizada en la política educativa del PP (en la no-política, habría que decir) y en la guerra de Irak, la guerra injusta, ilegal y no sé qué más. En el gobierno (2004-2011), no menos demagoga. Ministra de Vivienda y Ministra de Defensa. En Vivienda, huía -literalmente- si le preguntaban si en España había burbuja inmobiliaria. En Defensa, ya no le parecía ni injusto ni ilegal apoyar una guerra en Libia para derrocar a Gadafi. En los mítines del PSC, la máxima defensora de los intereses de Cataluña, asociando el ser un buen catalán con ser socialista y con odiar al discrepante (porque aquello era odio), con unos silogismos que en nada se diferencian de los que ahora asocian ser un buen catalán con ser separatista y con odiar al discrepante. En plena campaña de 2008 se descubrió que se había inventado un doctorado en Derecho y no pasó nada, porque lo importante era que si tú no vas ellos vuelven.

Para Chacón por aquel entonces tampoco parecía haber límites, y lo que ocurrió en los años siguientes ya lo hemos visto también. La protegida de Zapatero, la esposa del influyente Barroso, la ministra embarazada, la posible futura líder de PSOE, la candidata más votada de la historia del PSC, pasó posteriormente a ser la derrotada por Rubalcaba, la candidata menos votada de la historia del PSC y la cabeza de lista desechada por sus propios compañeros de partido. Es un placer ver la bilis que el catalán medio escupe hoy cuando le hablas del PSC en general o de Carmen Chacón en particular, y recordar cómo ese mismo catalán medio daba por descontado en las generales de 2008 que si no votabas a los socialistas eras un hijo de puta, y que si no defendías los intereses de Cataluña por qué no te ibas a cagar a Madrid.

Ahora Chacón es un cadáver político a quien no aprecian ni en su propio partido. La Biblia aguanta el paso del tiempo mejor que ningún otro libro, y es difícil ver a Carmen Chacón sin recordar que los mismos que un día te vitorean con palmones y ramas de olivo, al cabo de un tiempo pueden pedir tu crucifixión.

En medio del erial intelectual que hoy en día es el Congreso de los Diputados, el único consuelo que nos queda es ver cómo de vez en cuando van desfilando políticos por la máquina de picar carne que han sido siempre los aparatos de los partidos. ¿Quién será el próximo en ser devorado?

domingo, febrero 07, 2016

El secreto a voces que no era tal

Les digo una cosa: yo fui alumno de Joaquín Benítez en el colegio Maristas Sants-Les Corts. Todos los que pasaron por allí desde los ochenta lo tuvieron como profesor de Educación Física.

El colegio Maristas Sants-Les Corts es un colegio normal. Como cualquier adolescente, durante mis años en ese instituto tuve momentos muy buenos y momentos muy desagradables. El colegio padece los mismos problemas y tiene los mismos discutibles métodos pedagógicos progresistas que cualquier otra escuela. No obstante, probablemente, si hiciéramos una clasificación este centro estaría por encima de la media en cuanto a nivel de disciplina y de exigencia a los alumnos (pero con los tiempos que corren, con gente que llega a la selectividad perpetrando faltas de ortografía, tampoco es ningún gran elogio). Más allá de la plegaria a primera hora de la mañana, de colegio religioso tenía poco porque, con el paso de los años, las escuelas católicas han ido diluyendo el cristianismo con el respeto a la multiculturalidad, la no violencia y el ecologismo. No se hacía ningún proselitismo ideológico en las clases, salvo por supuesto el talibanismo sociolingüístico de los profesores de Catalán, ya hace más de quince años.

Con sus luces y sus sombras, el colegio Maristes Sants-Les Corts era un colegio normal. Por eso a mí y a mucha gente estos días se nos ha quedado cara de tontos. Porque no notamos nada, nunca vimos nada raro en Joaquín Benítez, ahora pederasta confeso. Un señor aparentemente afable, con fama de pasar muchas horas en el colegio, obsesionado con eso que él llama shootball y con que a sus clases fuésemos con calcetines blancos. Nunca oí el menor comentario sobre posibles abusos, ni a ningún compañero que se hubiera sentido incómodo con él. Yo de hecho hasta antes de ayer ni sabía que tuviera una camilla en su despacho. Tal vez buscaba perfiles de víctimas muy concretos, porque dudo que hubiera podido abusar de algún compañero de mi promoción sin que se hubiera corrido la voz. Sí es cierto que se las daba de pseudomédico y afirmaba, cuñadísticamente, que podía detectar problemas de espalda solo con vernos caminar, pero no recuerdo que pretendiera detectárselos a nadie de mi entorno.

No tengo ninguna necesidad de defender al colegio: una de las cosas que nos inculcaron allí fue que tienes que espabilar y sacarte tú mismo las castañas del fuego, por lo tanto ya se apañarán para defenderse ellos. Solo querría dejar escrito aquí con mi nombre que, contra lo que la prensa comenta estos días en boca de personas anónimas, ni era un secreto a voces (al menos no entre 1997 y 2001) que hubiera abusado de algún niño, ni los que estuvimos allí aquellos años vimos nada raro. El que tenga que denunciar, que lo haga y con todas las consecuencias. El runrún anónimo de twitter y todo lo demás es bullshit.