miércoles, octubre 14, 2009

Lágrimas de cocodrilo




Ricardo Costa llora porque ha sido destituído como secretario general, portavoz parlamentario y no sé cuántas cosas más. Está saboreando las mieles del éxito de los partidos políticos en España (auténticas máquinas de triturar gente, y ese es su éxito). No llore, Costa, ya verá cómo de aquí a unos meses me da la razón: la política es más divertida desde fuera.

Costa no tendría que llorar, tendría que bajar la cabeza y pedir perdón: no porque haya robado nada (porque probablemente no ha robado nada), sino por el espectáculo lamentable y el mal ejemplo que ha estado dando a los ciudadanos estos días. Agarrándose al carguito como a un clavo ardiendo, haciendo el ridículo con sus ruedas de prensa, poniendo en jaque a todo el Pp nacional, demostrando que, a estas alturas, no sólo las Comunidades Autónomas tienen tanto poder como el gobierno central y se dedican a embarrar el campo, sino que también los órganos regionales de los partidos políticos tienen tanto o más poder que la dirección nacional y se dedican a embarrar el campo.

Claro que Costa es un chivo expiatorio, claro que probablemente es el único que no ha choriceado nada en esta historia (porque él no tenía responsabilidades de gobierno y por lo tanto él sí puede recibir todos los regalos que quiera). Pero si le dicen que se vaya, se tiene que marchar. Nadie le dio explicaciones el día de su nombramiento y a nadie debe pedir explicaciones si el mismo que lo nombró decide destituírlo. Los que trabajan en una fábrica, en una constructora o en una tienda también lloran cuando son despedidos, y sin haber recibido regalos antes. Sí, ya sé que esto es demagogia, pero a ver si voy a ser el único que no se puede permitir una alegría.