El presidente Rodríguez tiene muchas ventajas sobre el opositor Rajoy. Una de ellas es la posibilidad de nombrar y destituír cargos sin que nadie le discuta nada, hacer equipos ridículos sin que nadie de su órbita ideológica lo cuestione, fotografiarse con nueve ministras como si fueran un florero y después nombrar a 23 secretarios de Estado frente a 4 secretarias de Estado. A diferencia de Rodríguez, todos están pendientes en España de los movimientos de Mariano Rajoy. Esto ya ocurría en la legislatura anterior, pero dudo que haya pasado antes lo que hemos visto desde el 10 de marzo: pasotismo mediático acerca de los planes de gobierno del Psoe (que son ninguno), frente al seguimiento férreo de los planes de oposición del Pp desde la Ser del edificante Anido hasta la Cope del orate Losantos, desde el Público de Ignacio Preescolar hasta El Mundo de Pedrojota.
Que los medios de comunicación tradicionalmente próximos al Pp fiscalicen cómo el Pp fiscaliza a su vez la acción de gobierno hasta el punto de estar siendo mucho más beligerantes con la derecha que con la izquierda es uno de los espectáculos periodísticos más grotescos que recuerdo, aunque quizá tenga explicación: al Psoe ya lo dan por perdido, por inservible, es una gigantesca máquina de ganar elecciones sin el menor contenido ideológico, sólo secta, propaganda. En el Pp, en cambio, todavía hay algunas trazas (algunas, insisto) de compromiso ideológico por encima del tacticismo, de principios y convicciones por encima de golpes de efecto.
Como ya he dicho alguna vez por aquí, parece que todo el mundo tiene claro cuál es la línea que debe seguir el Pp después de su derrota electoral. Pues yo no tengo ni idea, la verdad. Probablemente, si el Psoe hubiera subido claramente en toda España y el Pp se hubiera descalabrado almuniescamente, todo estaría más claro. Pero resulta que no, que el Psoe apenas ganó 40000 votos procedentes de partidos nacionalistas y el Pp le quitó 400000 votos al Psoe. Y esta especie de derrota dulce, pero derrota, es la que está encharcando el futuro de los conservadores españoles.
Dicen que la mayoría de barones territoriales peperos apoyan a Rajoy y esto garantizará su continuidad como líder del Pp. No lo pongo en duda. Pero da la sensación de que a los dirigentes territoriales del Pp les va bien que Rajoy siga como presidente del partido no por afinidad ideológica o por coincidencias estratégicas, sino por interés, por amarrar su respectivo poder territorial, convirtiendo al único gran partido nacional en una aglomeración de feudos locales. Seguiremos el proceso atentamente.
Que los medios de comunicación tradicionalmente próximos al Pp fiscalicen cómo el Pp fiscaliza a su vez la acción de gobierno hasta el punto de estar siendo mucho más beligerantes con la derecha que con la izquierda es uno de los espectáculos periodísticos más grotescos que recuerdo, aunque quizá tenga explicación: al Psoe ya lo dan por perdido, por inservible, es una gigantesca máquina de ganar elecciones sin el menor contenido ideológico, sólo secta, propaganda. En el Pp, en cambio, todavía hay algunas trazas (algunas, insisto) de compromiso ideológico por encima del tacticismo, de principios y convicciones por encima de golpes de efecto.
Como ya he dicho alguna vez por aquí, parece que todo el mundo tiene claro cuál es la línea que debe seguir el Pp después de su derrota electoral. Pues yo no tengo ni idea, la verdad. Probablemente, si el Psoe hubiera subido claramente en toda España y el Pp se hubiera descalabrado almuniescamente, todo estaría más claro. Pero resulta que no, que el Psoe apenas ganó 40000 votos procedentes de partidos nacionalistas y el Pp le quitó 400000 votos al Psoe. Y esta especie de derrota dulce, pero derrota, es la que está encharcando el futuro de los conservadores españoles.
Dicen que la mayoría de barones territoriales peperos apoyan a Rajoy y esto garantizará su continuidad como líder del Pp. No lo pongo en duda. Pero da la sensación de que a los dirigentes territoriales del Pp les va bien que Rajoy siga como presidente del partido no por afinidad ideológica o por coincidencias estratégicas, sino por interés, por amarrar su respectivo poder territorial, convirtiendo al único gran partido nacional en una aglomeración de feudos locales. Seguiremos el proceso atentamente.