Tras una breve estancia en Alemania (gentilmente hospedado por Clausius), regreso aquí, a África, y me encuentro con la huelga de transportistas, que hasta hace unos días era sólo una amenaza.
Esto de las huelas es muy interesante. Si un gilipollas informativo deja su hormigonera Mercedes Axor bloqueando la autovía A-1 a la salida de Madrid, no le ocurre nada, pero si yo dejara mi minimalista Clio en medio de la calle, no duraría ni cinco minutos ahí sin que una patrulla lo retirase, al margen de la multa.
Si un gilipollas informativo se pone a tirar piedras a los camioneros que legítimamente se quieren dedicar a trabajar en lugar de a protestar por el precio de un activo, no le ocurre nada, pero si yo le lanzara un pedrusco a un coche que pasara por mi calle, los agentes de la guardia urbana muy amablemente me pondrían de inmediato a disposición judicial.
Si un gilipollas informativo se atreve a vacilar e insultar a los agentes de orden público que le recriminan su actitud coercitiva, no le ocurre nada, pero si a mí me parase un agente de tráfico en la noche y mi primera frase fuera "Me c* en tu p* madre", fácilmente podría pasar unas horas en el calabozo.
La diferencia entre el gilipollas (a veces también denominado piquete, sindicalista u otros sinónimos) informativo y yo o cualquiera de ustedes estriba en que el gilipollas informativo ejerce una protesta por un determinado pretexto. Es decir, yo también podría bloquear una carretera o ejercer la violencia si lo hiciera, por ejemplo, en nombre de la preservación de las ballenas.
Los gilipollas informativos lo hacen en nombre de la subvención del carburante, y lo peor de todo no es que estos días estemos constatando, una vez más, que en España el Estado no existe porque no garantiza el derecho al trabajo o la libre circulación de personas y mercancías, sino que cuando termine esta huelga, todo les habrá salido gratis y encima el resto de contribuyentes tendremos que pagar la subvención que reciban los transportistas cuando lleguen a un acuerdo. Subvención que, por supuesto, no perderán cuando el litro de gasóleo baje.
Esto de las huelas es muy interesante. Si un gilipollas informativo deja su hormigonera Mercedes Axor bloqueando la autovía A-1 a la salida de Madrid, no le ocurre nada, pero si yo dejara mi minimalista Clio en medio de la calle, no duraría ni cinco minutos ahí sin que una patrulla lo retirase, al margen de la multa.
Si un gilipollas informativo se pone a tirar piedras a los camioneros que legítimamente se quieren dedicar a trabajar en lugar de a protestar por el precio de un activo, no le ocurre nada, pero si yo le lanzara un pedrusco a un coche que pasara por mi calle, los agentes de la guardia urbana muy amablemente me pondrían de inmediato a disposición judicial.
Si un gilipollas informativo se atreve a vacilar e insultar a los agentes de orden público que le recriminan su actitud coercitiva, no le ocurre nada, pero si a mí me parase un agente de tráfico en la noche y mi primera frase fuera "Me c* en tu p* madre", fácilmente podría pasar unas horas en el calabozo.
La diferencia entre el gilipollas (a veces también denominado piquete, sindicalista u otros sinónimos) informativo y yo o cualquiera de ustedes estriba en que el gilipollas informativo ejerce una protesta por un determinado pretexto. Es decir, yo también podría bloquear una carretera o ejercer la violencia si lo hiciera, por ejemplo, en nombre de la preservación de las ballenas.
Los gilipollas informativos lo hacen en nombre de la subvención del carburante, y lo peor de todo no es que estos días estemos constatando, una vez más, que en España el Estado no existe porque no garantiza el derecho al trabajo o la libre circulación de personas y mercancías, sino que cuando termine esta huelga, todo les habrá salido gratis y encima el resto de contribuyentes tendremos que pagar la subvención que reciban los transportistas cuando lleguen a un acuerdo. Subvención que, por supuesto, no perderán cuando el litro de gasóleo baje.