martes, abril 03, 2007

La política como profesión


Ni butanero, ni vendedor de alfombras, ni desratizador, ni sexador de pollos, ni verdugo, ni desatascador. La peor profesión, con peor reputación (y merecida) y la menos deseable para el futuro de nuestros hijos es la de político. Un político profesional es la cúspide de la pirámide funcionarial: vivir a costa de los demás, productividad cero.

La política debe ser una vocación, no un empleo. Uno puede meterse en política, pero no tener como objetivo el vivir de la política. Si tú, joven inconsciente, crees que puedes prestar tu cuerpo y tu alma a un partido político, ten siempre las maletas preparadas en la puerta. Estudia una carrera o fórmate en una profesión, consigue un empleo, lábrate un futuro profesional.

En Europa, cuando uno entra muy pronto en política, con cargo público de por medio, corre el riesgo de vivir para la política, de tener dedicación exclusiva a ello, de convertirse en un burócrata de partido, de no tener alternativa fuera del alto funcionariado y de pasar a ser una rémora de la sociedad; una rémora y no un servidor del bien común. Si los políticos realmente quieren representar a los ciudadanos, deben haber conocido en primera persona las preocupaciones reales de sus representados, y no vivir en una esfera al margen de la sociedad civil. Así pues, en estos días que tan de moda está la historia esta de que tenemos unos gobernantes demasiado alejados de los ciudadanos: ¿La mejor forma de acercar los políticos a la sociedad? Que primero hayan sido sociedad.


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¡Por fin! Me voy de vacaciones, no me esperen por aquí como mínimo hasta el sábado.