"Un régimen puede, por motivos políticos, optar por la bancarrota económica". Jean-Françoise Revel, Le regain démocratique.
Menos mal que, aunque acumula muchísimo poder, José Luis Rodríguez Zapatero no es un monarca absolutista, porque si no estaríamos definitivamente perdidos. Que alguien me despierte de esta pesadilla si estoy soñando, porque es completamente insoportable asistir al espectáculo empobrecedor (y nunca mejor dicho) que tenemos en España.
Las ideas que el egregio presidente del gobierno tiene en la cabeza para afrontar la crisis son: 1) negarla, 2) echarle *toda* la culpa a Estados Unidos, 3) pedir al Banco Central Europeo que baje los tipos de interés para que la inflación siga subiendo y 4) gastar más de lo que el Estado ingresa, afirmar que las finanzas públicas son sólidas, presumir de austeridad y asegurar que no se va a recortar ninguna prestación social, en una metáfora contemporánea del milagro de los panes y los peces.
Menos mal que, aunque acumula muchísimo poder, José Luis Rodríguez Zapatero no es un monarca absolutista, porque si no estaríamos definitivamente perdidos. Que alguien me despierte de esta pesadilla si estoy soñando, porque es completamente insoportable asistir al espectáculo empobrecedor (y nunca mejor dicho) que tenemos en España.
Las ideas que el egregio presidente del gobierno tiene en la cabeza para afrontar la crisis son: 1) negarla, 2) echarle *toda* la culpa a Estados Unidos, 3) pedir al Banco Central Europeo que baje los tipos de interés para que la inflación siga subiendo y 4) gastar más de lo que el Estado ingresa, afirmar que las finanzas públicas son sólidas, presumir de austeridad y asegurar que no se va a recortar ninguna prestación social, en una metáfora contemporánea del milagro de los panes y los peces.
Menos mal, como digo, que el Banco de España ya no regula la política monetaria, porque de aplicar las recetas de Zapatero el alegre y despreocupado, de Solbes el sesteante y de Sebastián el sagaz e imaginativo, íbamos a acabar todos como en la República de Weimar en 1923, cuando, a golpe de bajar tipos e imprimir papel moneda, la inflación subió tanto que resultaba más barato quemar dinero en la chimenea que usarlo para comprar leña.