Como ya dijo cuando se reunió con el presidente de Galicia, Emilio Pérez, el pasado 22 de diciembre, el presidente del gobierno ha vuelto a insistir hoy en que lo que él llama la lengua propia representa un coste.
Aunque no se haya dado cuenta, por fin un político español de primera fila reconoce que el bilingüismo no es ni una ventaja competitiva, ni un signo de riqueza cultural, ni nada de eso, sino que es un lastre, una peculiaridad que hay que sobrellevar, un coste. Un coste que administraciones como las de Pérez, Montilla, Ibarretxe, Camps o Antich incrementan a base de promocionar su llamada lengua propia dándole a la ubre del gasto público.
Aunque no se haya dado cuenta, por fin un político español de primera fila reconoce que el bilingüismo no es ni una ventaja competitiva, ni un signo de riqueza cultural, ni nada de eso, sino que es un lastre, una peculiaridad que hay que sobrellevar, un coste. Un coste que administraciones como las de Pérez, Montilla, Ibarretxe, Camps o Antich incrementan a base de promocionar su llamada lengua propia dándole a la ubre del gasto público.
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El presidente Rodríguez también ha explicado hoy que defiende el modelo autónomico actual frente a quienes no les gusta nada el Estado de las autonomías, y que está convencido de la descentralización política es más democrática. Que no, presidente. Que la democracia no tiene nada que ver con la descentralización. Francia o Portugal, por poner dos ejemplos cercanos, son estados inequívocamente democráticos y no hay entidades descentralizadas asimilables a las autonomías españolas. La forma de organizar administrativamente un país no tiene nada que ver con cómo de democrático es ese país.
El día que los políticos sean capaces de discutir sobre las ventajas y desventajas del estado autonómico sin consignas, falacias ni trampas y con respeto al rigor intelectual, cerraré el blog como muestra de agradecimiento. Para ello será necesario que Rodríguez deje de parir frases como esta: "Pero algunos sólo saben y defienden un poder concentrado, solo en una mano, preferentemente la suya", ignorando cuadrupedalmente que Montesquieu separó el poder en tres funciones, y no en diecisiete autonomías.
El día que los políticos sean capaces de discutir sobre las ventajas y desventajas del estado autonómico sin consignas, falacias ni trampas y con respeto al rigor intelectual, cerraré el blog como muestra de agradecimiento. Para ello será necesario que Rodríguez deje de parir frases como esta: "Pero algunos sólo saben y defienden un poder concentrado, solo en una mano, preferentemente la suya", ignorando cuadrupedalmente que Montesquieu separó el poder en tres funciones, y no en diecisiete autonomías.