La historia esta de los espías de Madrid no deja de ser una comedia de enredo en la que no está claro quién dice la verdad y quién sabe más de lo que dice. Lo que sí está claro es que la legendaria torpeza del Partido Popular sólo es comparable a la genuina destreza socialista para manejar los tiempos, destapar conjuras y focalizar la atención del personal mientras vamos camino de los cuatro millones de parados y la única respuesta gubernamental es recomendar la compra de productos españoles.
La historia de los espías prueba, una vez más, hasta dónde llega el poder de las comunidades autónomas, y no me refiero a una eventual responsabilidad de alguien de la Comunidad de Madrid en el asunto: me refiero a la imposibilidad, por parte de la dirección nacional del PP, de llamar a capítulo a su lideresa autonómica, forzar alguna dimisión o coordinar alguna respuesta conjunta. Aquí los presidentes autonómicos -todos- tienen más poder que los líderes nacionales de sus partidos, cada uno defiende su parcela de poder territorial y del conjunto de España no se preocupa nadie. Preocuparse por toda España debe ser demasiado facha. Y preocuparse por las consecuencias que las luchas de poder regional tienen en la solidez de un partido de ámbito español debe ser demasiado difícil.
La historia de los espías prueba, una vez más, hasta dónde llega el poder de las comunidades autónomas, y no me refiero a una eventual responsabilidad de alguien de la Comunidad de Madrid en el asunto: me refiero a la imposibilidad, por parte de la dirección nacional del PP, de llamar a capítulo a su lideresa autonómica, forzar alguna dimisión o coordinar alguna respuesta conjunta. Aquí los presidentes autonómicos -todos- tienen más poder que los líderes nacionales de sus partidos, cada uno defiende su parcela de poder territorial y del conjunto de España no se preocupa nadie. Preocuparse por toda España debe ser demasiado facha. Y preocuparse por las consecuencias que las luchas de poder regional tienen en la solidez de un partido de ámbito español debe ser demasiado difícil.
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Si El País tiene grabaciones con cámara oculta de un consejero de la Comunidad de Madrid y relatos por escrito acerca de los movimientos de un exconsejero y de un concejal, o los ha espiado el propio periódico o los ha obtenido de alguien. Dado que no me imagino a Janli Cebrián grabando con cámara oculta a Ignacio González en la República Dominicana, lo más plausible es que alguien haya facilitado a El País ese material. Si saben quién ha practicado realmente los seguimientos, ¿por qué sólo insinúan quién ha sido?