sábado, mayo 06, 2006

El PSC


Sobre las entrañas del PSC se ha escrito muy poco, y hay muchísimo material. El Partit dels Socialistes de Catalunya es la organización política con más militantes y más votantes de Cataluña, pero no sólo eso: es también el partido con más redes clientelares, con más periodistas afectos, con más casos de corrupción, con más asociaciones controladas y con más tentáculos de poder de Cataluña, de lejos.

Los órganos directivos del PSOE no pueden inmiscuirse en las decisiones de la ejecutiva nacional del PSC pero en cambio los órganos directivos del PSC sí tienen poder decisorio en la ejecutiva federal del PSOE. Es una curiosa asimetría. Uno de los mayores errores del sistema democrático vigente es ese pacto entre PSOE y PSC en 1978, en virtud del cual se da la curiosa circunstancia de que el PSOE renuncia a presentarse a las elecciones en Cataluña, de manera que el PSC pone las siglas y el PSOE pone los votos.

En efecto, uno comprueba a su alrededor que la masa de votantes del PSC es, de modo muy mayoritario, la masa de votantes típica del PSOE: antinacionalista, difusamente españolista, de clase baja, obrera, poco ilustrada y gustosa por los fenómenos multitudinarios. Sin embargo acuden, sin descanso, a votar elección tras elección a un partido dirigido por señoritos de Barcelona, con formación universitaria, credo catalanista y segunda residencia en Sant Llorenç de Morunys.

No ha habido caso de corrupción, aberración gestora o culto nacionalista que haya provocado ningún castigo significativo a este partido tan curioso, la única formación catalana que ha tenido dirigentes en la cárcel por robar. El PSC ha saqueado las arcas públicas (Aida Álvarez), se ha financiado ilegalmente (Josep Maria Sala), ha hecho la vista gorda con inspecciones de hacienda (Huguet y Aguiar), ha sido beneficiario de suculentos préstamos de La Caixa (José Montilla), ha adjudicado obras a cambio de comisiones (Juan Ignacio Pujana, exalcalde de mi ciudad), ha hundido un barrio (Joaquim Nadal), ha llamado a la subversión en una jornada de reflexión (Eduard Baches), ha identificado de forma exclusiva las facciones del propio partido con Cataluña (Joan Ferran) imitando el discurso del Partido Nacionalsocialista Alemán, ha afirmado que existe una forma catalana de hacer las cosas (Pasqual Maragall), ha colocado a la familia en cargos públicos (Pasqual Maragall, Joaquim Nadal), ha ordenado la anulación de votos válidos de formaciones rivales en algunas mesas electorales (Celestino Corbacho), ha defendido la condena a la incultura de la próxima generación de escolares (Carmen Chacón). El PSC gobierna en los ayuntamientos clave, las diputaciones y la Generalitat de Cataluña, tiene un ministro en Madrid, controla todas las asociaciones de vecinos, televisiones locales, televisiones autonómicas (porque tenemos tres), tiene a su servicio a una cantidad inconmensurable de periodistas independientes, imparciales y objetivos (o sea, socialistas).

El PSC representa una contradicción flagrante entre las demandas de sus votantes y las decisiones de sus dirigentes. Masacra a impuestos a sus proletarios ciudadanos en localidades como la mía, construye hoteles de cinco estrellas con resturante giratorio en localidades como la mía, defiende iniciativas identitarias que supuestamente deberían atribuírse Convergència i Unió y Esquerra Republicana y de las JONS en localidades como la mía, destina una cantidad indecente de las finanzas públicas al autobombo en la tele y radio municipal en localidades como la mía.

Pero el PSC seguirá ganando todas las elecciones que haya en Cataluña, porque los votantes del PSC, junto con sus satélites de Ciutadans pel Càrrec y los ecoinadaptados de Iniciativa-Verds, seguirán fundamentando todo el sentido de su vida en derrotar al PP, pese a que ello signifique permitir que su querido partido obrero les continúe sodomizando per secula seculorum. Al fin y al cabo, ser socialista es querer vivir sin trabajar y el mejor garante de esa aspiración es el PSC: el escaso margen de libertad individual que a uno le pueda quedar es el precio que hay que pagar -gustosamente- por ello, según el socialista tradicional. Y que conste que procuro hacer una distinción entre el PSC y alguna otra cosa respetable que pudiera quedar en la izquierda catalana, aunque nadie por ahora ha podido probar su existencia.