A finales de mayo, el gorila venezolano Hugo Chávez mandó cerrar la cadena Radio Caracas Televisión, la más antigua del país y uno de los escasos medios críticos con el populismo chavista. Cerrar un medio de comunicación por conveniencia política es objetivamente un acto de totalitarismo liberticida, y no caben medias tintas ni socialdemócratas disculpas.
En aquellos días, el inefable David Cantero sometió a los seguidores de su informativo de La Primera a esta equidistante aseveración:
"Hablamos ahora del presidente venezolano Hugo Chávez, que ha ordenado el cierre de un canal de televisión. Allí dicen algunos que se trata de un ataque a la libertad de expresión".
Una lectura demasiado rápida provocaría una impresión de cierta asepsia informativa y distancia entre el comunicador y la noticia. A mí me parece que no es asepsia: la equidistancia no siempre es igual a objetividad, y en ocasiones refleja una cobarde indiferencia ante una injusticia, ante un hecho objetivamente grave, ante un ataque a las libertades.
"Allí algunos dicen" significa "decidan ustedes, yo no me posiciono, yo soy equidistante entre el tirano y los súbditos". La equidistancia, la maldita equidistancia es un parapeto al que se recurre para tratar de ocultar algo que no casa con la perfección socialdemócrata, en la que Hugo Chávez no persigue las libertades. Practicar la equidistancia es una actitud cobarde, pusilánime, con la que uno fácilmente puede escurrir el bulto y posicionarse a mitad de camino entre la verdad y la mentira, la bondad y la maldad. La equidistancia es esa afirmación horrible que tantas veces utilizan los nacionalistas vascos, para explicar que ellos no están "ni con los de un lado, ni con los del otro", como si las balas y las nucas fueran "bandos" conceptual y moralmente asimilables. La equidistancia es pensar que todos tienen parte de razón.
La antítesis de la equidistancia es la objetividad, y lo más objetivo, al final, es hablar siempre en primera persona, en lugar de ese "allí algunos dicen".
En aquellos días, el inefable David Cantero sometió a los seguidores de su informativo de La Primera a esta equidistante aseveración:
"Hablamos ahora del presidente venezolano Hugo Chávez, que ha ordenado el cierre de un canal de televisión. Allí dicen algunos que se trata de un ataque a la libertad de expresión".
Una lectura demasiado rápida provocaría una impresión de cierta asepsia informativa y distancia entre el comunicador y la noticia. A mí me parece que no es asepsia: la equidistancia no siempre es igual a objetividad, y en ocasiones refleja una cobarde indiferencia ante una injusticia, ante un hecho objetivamente grave, ante un ataque a las libertades.
"Allí algunos dicen" significa "decidan ustedes, yo no me posiciono, yo soy equidistante entre el tirano y los súbditos". La equidistancia, la maldita equidistancia es un parapeto al que se recurre para tratar de ocultar algo que no casa con la perfección socialdemócrata, en la que Hugo Chávez no persigue las libertades. Practicar la equidistancia es una actitud cobarde, pusilánime, con la que uno fácilmente puede escurrir el bulto y posicionarse a mitad de camino entre la verdad y la mentira, la bondad y la maldad. La equidistancia es esa afirmación horrible que tantas veces utilizan los nacionalistas vascos, para explicar que ellos no están "ni con los de un lado, ni con los del otro", como si las balas y las nucas fueran "bandos" conceptual y moralmente asimilables. La equidistancia es pensar que todos tienen parte de razón.
La antítesis de la equidistancia es la objetividad, y lo más objetivo, al final, es hablar siempre en primera persona, en lugar de ese "allí algunos dicen".