A diferencia de lo que ocurría con el perro de Pavlov, que salivaba nada más oir el sonido de una campanilla, la mayoría de los catalanes empiezan a salivar acríticamente cuando oyen ¡¡el PP, el PP!! Es una extraña afección a la que muchísimos catalanes han llegado por voluntad propia, por el deseo de someterse al poder local y no criticar a los socialistas cualesquiera que sean sus fechorías y sus corruptelas.
Por eso, cuando el lunes tenga lugar la manifestación en protesta por el caos ferroviario de Barcelona consecuencia de la mala planificación de todas las administraciones socialistas, los allí presentes olvidarán todas sus quejas cuando aparezca algún representante del Partido Popular de Cataluña. Porque que mueran varios operarios, que corten uno de los tramos más saturados del ferrocarril en España, que estén a punto de hundir un túnel de los ferrocarriles catalanes, que culpen de todo a una empresa concesionaria y que suspendan sine die la llegada del Ave a Barcelona no es nada comparado con que un derechista antipático lo critique. ¡Cómo se atreve, el muy anticatalanista!
Por eso, cuando el lunes tenga lugar la manifestación en protesta por el caos ferroviario de Barcelona consecuencia de la mala planificación de todas las administraciones socialistas, los allí presentes olvidarán todas sus quejas cuando aparezca algún representante del Partido Popular de Cataluña. Porque que mueran varios operarios, que corten uno de los tramos más saturados del ferrocarril en España, que estén a punto de hundir un túnel de los ferrocarriles catalanes, que culpen de todo a una empresa concesionaria y que suspendan sine die la llegada del Ave a Barcelona no es nada comparado con que un derechista antipático lo critique. ¡Cómo se atreve, el muy anticatalanista!