domingo, noviembre 18, 2007

Crónicas desde la decadencia absoluta


Andan algunos muy contentos y muy orgullosos estos días por el hecho de que el Parlamento de Cataluña haya votado la petición de dimisión de la ministra de Fomento, Lady Aviaco, y todos los grupos parlamentarios excepto el socialista hayan votado contra la ministra. Y andan estos días no pocos simpatizantes del PP de Cataluña, o de la cosa esa anteriormente conocida como Ciutadans-Partido de la Ciudadanía, felices y anunciando con gozo: ¡jeje, el PSC se ha quedado solo! ¡jojo, es la primera vez que un parlamento autonómico pide la dimisión de un ministro!

Qué imbéciles.

Si alguien cree que un parlamento autonómico está para pedir la dimisión de alguien cuyas atribuciones no son al respecto de las instituciones autonómicas, que me lo explique. La ministra Magdalena Álvarez es mala, muy mala. Es socialista, vaya. Pero por una vez, y que sirva de precedente, el portacoz socialista en el Parlament, Miquel Iceta, tenía razón: no tiene ningún sentido que el parlamento de Cataluña pida la dimisión de un ministro, esto es, de un cargo público que ni ha sido nombrado por las instituciones catalanas ni se ocupa sólo de Cataluña. La utilización de una institución pública, en este caso el Parlament, para lanzar [justificados] aldabonazos contra el partido contrario porque estamos a cuatro meses de unas elecciones es algo que el Psoe lleva haciendo toda su vida y que es muy rentable a corto plazo, incluso electoralmente, pero destruye el sistema a largo plazo. Para esto sirve el estado de las autonomías, para embarrar el campo, burocratizar hasta el infinito y meterle el dedo en el ojo a la administración pública contraria.

Los catalanes tenemos la desgracia (merecida, porque al fin y al cabo es lo que hemos votado) de tener un gobierno autónomo que no gobierna y un parlamento que no legisla. En su lugar, los ilustres pluriparlantes de la cámara catalana dedican sus horas muertas a pedirle a la ministra que se vaya, a decir que el presidente de una compañía eléctrica castiga a Cataluña o, en general, a insultar a Madrit, hasta el punto de que muy a menudo uno siente la lástima de no haber podido nacer en Madrit, ese lugar por lo visto tan privilegiado.

Si para esto sirve el parlamento catalán, pues que lo cierren. Nadie notará diferencia alguna en su vida cotidiana y nos ahorraremos un dinerín en impuestos, que bien podrán ser destinados al refuerzo del túnel ferroviario de Bellvitge.

Montilla, por cierto, fue el único que no acudió a la votación. Sectario hasta la médula, prefirió no ir a votar pese a que por una vez su partido tenía claramente la razón. Algo que nos indica muy bien qué estaría pasando ahora en Cataluña si el ministro de Fomento fuera del PP.


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Siempre me entra la risa cuando he podido ver que, en la televisión de Galicia, que procura siempre hablar en correcto gallego normativo, para referirse al portavoz socialista hablen de "O voceiro socialista". Efectivamente, son unos voceiros.