Buena parte de la actividad parlamentaria española, desde la alocución de Isabel Teruel hasta el más solemne de los discursos presidenciales, es puro teatro. Mucha retórica y mucho artificio, generalmente con poco contenido. Hay casos especialmente llamativos: la relación aparentemente hostil entre Convergència i Unió y el Partido de los Socialistas de Cataluña es uno de ellos.
Hace cuatro años, Pasqual Maragall llegó a la presidencia de la Generalitat tras una campaña electoral en la que él (y casi todos los partidos) elogiaron los 23 años de pujolismo. Recuerdo un anuncio a toda página en La Vanguardia en la que salían Maragall y Pujol dándose la mano sonrientes, con el subtítulo: "Gràcies per aquests 23 anys. Ara, Maragall president. Vota PSC". O sea, que el PSC suscribía la etapa de CIU en el poder y se proponía el continuismo en lugar de cambio alguno; de lo contrario no se entendían ese tipo de anuncios en el diario del Conde.
Ahora que tanto el ex vicepresidente de Banca Catalana como el ex asesor de José María Porcioles están jubilados y la presidencia de la Generalitat la ejerce el Molt Honorable José Montilla Aguilera, me resulta difícil distinguir alguna diferencia entre Montilla, Maragall o Pujol, algún matiz que demuestre que la acción de gobierno de los dos tripartitos han cambiado en algo respecto del pujolismo. ¿Montilla es diferente de Pujol? Bien, Montilla es de Iznájar y Pujol de Barcelona, Montilla es un analfabeto técnico y Pujol licenciado en Medicina, y éste es veinte años más viejo que aquél; pero, aparte de eso ¿hay alguna diferencia significativa?
Montilla se cree que Cataluña es una nación, Pujol también. Montilla es un intervencionista sectario, Pujol también. Montilla defiende la inmersión lingüística en catalán en las escuelas desde los cero (¡cero!) años, Pujol también. A Montilla le gusta el estado del bienestar, a Pujol también. Montilla defendió la reforma del estatuto de Cataluña, Pujol también. Montilla cree que quien está en contra del nacionalismo catalán está contra Cataluña, Pujol también. Montilla confunde partido, gobierno y país, Pujol también. Montilla es partidario del deficit público, Pujol también. Montilla evade sus responsabilidades culpando a Madrit, Pujol también. Montilla consigue que todas las plataformas, asociaciones, grupos de empresarios, sindicatos y periodistas oficiales se plieguen a sus intereses (véase el pacto nacional por la vivienda), Pujol también. Por no hablar de sus respectivos partidos: el PSC está lleno de corruptos, CIU también. El PSC se ha convertido en el único partido con el que, en Cataluña, izquierdas y derechas pueden pactar sin remordimientos (el llamado pal de paller), CIU también lo era en su época de gobierno.
Dicho de otro modo: en Cataluña, tras treinta años, siguen mandando los mismos. Y nunca cambiará.
Hace cuatro años, Pasqual Maragall llegó a la presidencia de la Generalitat tras una campaña electoral en la que él (y casi todos los partidos) elogiaron los 23 años de pujolismo. Recuerdo un anuncio a toda página en La Vanguardia en la que salían Maragall y Pujol dándose la mano sonrientes, con el subtítulo: "Gràcies per aquests 23 anys. Ara, Maragall president. Vota PSC". O sea, que el PSC suscribía la etapa de CIU en el poder y se proponía el continuismo en lugar de cambio alguno; de lo contrario no se entendían ese tipo de anuncios en el diario del Conde.
Ahora que tanto el ex vicepresidente de Banca Catalana como el ex asesor de José María Porcioles están jubilados y la presidencia de la Generalitat la ejerce el Molt Honorable José Montilla Aguilera, me resulta difícil distinguir alguna diferencia entre Montilla, Maragall o Pujol, algún matiz que demuestre que la acción de gobierno de los dos tripartitos han cambiado en algo respecto del pujolismo. ¿Montilla es diferente de Pujol? Bien, Montilla es de Iznájar y Pujol de Barcelona, Montilla es un analfabeto técnico y Pujol licenciado en Medicina, y éste es veinte años más viejo que aquél; pero, aparte de eso ¿hay alguna diferencia significativa?
Montilla se cree que Cataluña es una nación, Pujol también. Montilla es un intervencionista sectario, Pujol también. Montilla defiende la inmersión lingüística en catalán en las escuelas desde los cero (¡cero!) años, Pujol también. A Montilla le gusta el estado del bienestar, a Pujol también. Montilla defendió la reforma del estatuto de Cataluña, Pujol también. Montilla cree que quien está en contra del nacionalismo catalán está contra Cataluña, Pujol también. Montilla confunde partido, gobierno y país, Pujol también. Montilla es partidario del deficit público, Pujol también. Montilla evade sus responsabilidades culpando a Madrit, Pujol también. Montilla consigue que todas las plataformas, asociaciones, grupos de empresarios, sindicatos y periodistas oficiales se plieguen a sus intereses (véase el pacto nacional por la vivienda), Pujol también. Por no hablar de sus respectivos partidos: el PSC está lleno de corruptos, CIU también. El PSC se ha convertido en el único partido con el que, en Cataluña, izquierdas y derechas pueden pactar sin remordimientos (el llamado pal de paller), CIU también lo era en su época de gobierno.
Dicho de otro modo: en Cataluña, tras treinta años, siguen mandando los mismos. Y nunca cambiará.
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Pobre Ángeles Barceló. Se creía que iba a ir Montserrat Nebrera con la misma historia de días atrás, y casi se la come.