Te susciten mayor o menor simpatía, siempre es divertido ver caer gobiernos. Es un signo de sana alternancia democrática, de una sociedad viva que tarde o temprano acaba hartándose del poder y opta por un cambio saludable. Por eso en todas las democracias del mundo los gobiernos acaban cayendo y siendo sustituídos por gobiernos de signo opuesto. Bueno, en todo el mundo democrático menos en Andalucía, Extremadura y el área metropolitana de Barcelona, donde la sociedad civil es la que es.
Hoy, los laboristas han ganado en Australia, tras once años de gobierno del conservador John Howard. Por más que se empeñe la internacional mediática, no ha sido Irak la causa de la derrota electoral (puesto que en eso España es diferente: ni Bush, ni Blair, ni Howard, ni nadie excepto Aznar perdió las elecciones tras la guerra de Irak) ni el escaso interés del partido liberal en el onírico cambio climático antropogénico, sino cuestiones locales como las reformas laborales o los tipos de interés. Pero mientras la internacional mediática continúa fantaseando con el antibelicismo australiano y los progres españoles más recalcitrantes se preparan para repetir viejas consignas, yo me quedo con las palabras del candidato laborista, Kevin Rudd, tras la contienda electoral:
"Hemos decidido mirar al futuro, juntos para escribir una nueva página en la historia de la nación. Me comprometo a escribir una nueva página de la historia de Australia, ya que el futuro es demasiado importante como para no trabajar juntos ante los desafíos".
En esto, España también es diferente.
Hoy, los laboristas han ganado en Australia, tras once años de gobierno del conservador John Howard. Por más que se empeñe la internacional mediática, no ha sido Irak la causa de la derrota electoral (puesto que en eso España es diferente: ni Bush, ni Blair, ni Howard, ni nadie excepto Aznar perdió las elecciones tras la guerra de Irak) ni el escaso interés del partido liberal en el onírico cambio climático antropogénico, sino cuestiones locales como las reformas laborales o los tipos de interés. Pero mientras la internacional mediática continúa fantaseando con el antibelicismo australiano y los progres españoles más recalcitrantes se preparan para repetir viejas consignas, yo me quedo con las palabras del candidato laborista, Kevin Rudd, tras la contienda electoral:
"Hemos decidido mirar al futuro, juntos para escribir una nueva página en la historia de la nación. Me comprometo a escribir una nueva página de la historia de Australia, ya que el futuro es demasiado importante como para no trabajar juntos ante los desafíos".
En esto, España también es diferente.