Los miembros de Unió Democràtica de Catalunya, capitaneados por su presidente del comitè de govern, el oscense Josep Antoni Duran, tienden puentes hacia todos sus socios naturales del partido popular europeo. A la mínima que puede, Duran se las ingenia para chupar cámara con cualquier excusa, en este caso la cumbre euromediterránea, y consigue que Angie Merkel le conceda una foto.
Este europeísmo, esta camaradería democristiana, esta amistad leal y siempre fraterna con sus colegas alemanes, franceses, italianos, belgas, portugueses, se traduce inexplicablemente en una fría hostilidad hacia su partido homólogo en España. Que si fascistas, que si radicales, que si ultrareaccionarios, que si incivilizados, que si anticatalanes. Y Duran y Rajoy son exactamente del mismo partido hermano en Europa, hermanastro en España y primo lejanísimo en Cataluña. Son las clásicas anomalías características del nacionalismo catalán, que fabrican diferencias, inventan máscaras y presumen de europeísmo sólo por estar así más alejados de España, entre caso y caso.
Este europeísmo, esta camaradería democristiana, esta amistad leal y siempre fraterna con sus colegas alemanes, franceses, italianos, belgas, portugueses, se traduce inexplicablemente en una fría hostilidad hacia su partido homólogo en España. Que si fascistas, que si radicales, que si ultrareaccionarios, que si incivilizados, que si anticatalanes. Y Duran y Rajoy son exactamente del mismo partido hermano en Europa, hermanastro en España y primo lejanísimo en Cataluña. Son las clásicas anomalías características del nacionalismo catalán, que fabrican diferencias, inventan máscaras y presumen de europeísmo sólo por estar así más alejados de España, entre caso y caso.