El nacionalismo se circunscribe a sentimientos y elementos irracionales y, como tal, responde a impulsos externos, siempre patéticos. En los últimos años, hemos asistido a temas de actualidad estrictamente catalana tales como el déficit fiscal, la presencia de la lengua catalana en las instituciones europeas o los famosos derechos histéricos.
Temas que han estado un par de meses en la agenda diaria de la actualidad política y han acabado embebidos por las páginas de la prensa, al haber cumplido su función efímera: mantener entretenida a la clientela. A la larga, empero, todos estos asuntos han acabado presentes en la propuesta de reforma del estatuto de autonomía de Cataluña.
Respecto del déficit fiscal (silogismo: Cataluña paga a Restospaña menos de lo que recibe, así que los políticos catalanes deben recibir ahora más dinero), siempre me ha rondado la mente una pequeña duda, simple y absurda, tal vez, pero creo que esclarecedora.
Consideremos que un señor de Murcia compra un producto (verbigratia, una motocicleta) a una empresa ubicada en Cataluña (verbigratia, Derbi). El señor de Murcia, pues, da una cantidad de dinero a Derbi a cambio de su moto. Con ese dinero, la empresa paga una serie de impuestos. De acuerdo con los cálculos de los defensores del Catalunya està sotmesa, el IVA lo está pagando la empresa catalana, pero realmente ese dinero proviene de la transacción del murciano. ¿No se dan cuenta, oh distinguidos cátedros de las balanzas fiscales, faros intelectuales de Occidente, que en cuestiones de impuestos lo que entra por un sitio sale por otro?
Temas que han estado un par de meses en la agenda diaria de la actualidad política y han acabado embebidos por las páginas de la prensa, al haber cumplido su función efímera: mantener entretenida a la clientela. A la larga, empero, todos estos asuntos han acabado presentes en la propuesta de reforma del estatuto de autonomía de Cataluña.
Respecto del déficit fiscal (silogismo: Cataluña paga a Restospaña menos de lo que recibe, así que los políticos catalanes deben recibir ahora más dinero), siempre me ha rondado la mente una pequeña duda, simple y absurda, tal vez, pero creo que esclarecedora.
Consideremos que un señor de Murcia compra un producto (verbigratia, una motocicleta) a una empresa ubicada en Cataluña (verbigratia, Derbi). El señor de Murcia, pues, da una cantidad de dinero a Derbi a cambio de su moto. Con ese dinero, la empresa paga una serie de impuestos. De acuerdo con los cálculos de los defensores del Catalunya està sotmesa, el IVA lo está pagando la empresa catalana, pero realmente ese dinero proviene de la transacción del murciano. ¿No se dan cuenta, oh distinguidos cátedros de las balanzas fiscales, faros intelectuales de Occidente, que en cuestiones de impuestos lo que entra por un sitio sale por otro?