Antes de que mañana regresemos a la mundana política española donde las ministras de agricultura confunden riesgo con probabilidad, detengámonos hoy en una frivolidad absurda, de las que me gustan a mí.
Esta semana se celebra en Barcelona una macroferia de la telefonía móvil a escala mundial. Está el metro lleno de visitantes de la feria, guiris todos ellos, que se diferencian de los guiris habituales por sus corbatas y ¡sus pases y tarjetas identificadoras, siempre colgando!
¿Por qué, una vez ya fuera del palacio de congresos, siguen con sus pases ahí expuestos? ¿Vagancia hasta para quitárselos? ¿Quieren fardar de que pernoctan unos cuantos días en Barcelona con la excusa de la exposición de turno? ¿O acaso son como los tiernos infantes colegiales, que llevan una tarjetita con sus datos por si se pierden por el subterráneo?
Esta semana se celebra en Barcelona una macroferia de la telefonía móvil a escala mundial. Está el metro lleno de visitantes de la feria, guiris todos ellos, que se diferencian de los guiris habituales por sus corbatas y ¡sus pases y tarjetas identificadoras, siempre colgando!
¿Por qué, una vez ya fuera del palacio de congresos, siguen con sus pases ahí expuestos? ¿Vagancia hasta para quitárselos? ¿Quieren fardar de que pernoctan unos cuantos días en Barcelona con la excusa de la exposición de turno? ¿O acaso son como los tiernos infantes colegiales, que llevan una tarjetita con sus datos por si se pierden por el subterráneo?