Me fascina el mundo de los blogs. Un weblog al uso no sólo es un lugar donde un tipo manda [casi] diariamente textos más o menos extensos y más o menos aburridos. No es eso: al blog lo completan, lo hacen grande, en este orden: 1) los comentarios insertados por los lectores y 2) la calidad del escribidor.
Y por esto, porque lo más importante son los comentarios, soy partidario de no censurar ninguno, nunca. La realidad de nuestro país debe ser exhibida: las más pestilentes ventosidades deben ser expelidas; todo el mundo tiene que leer las bobadas que pueden llegar a escribirse (y a creerse), el odio inoculado en un sector de la población española ha de mostrarse.
Los comentarios de la gente deben verse: si mi blog atrae comentarios y comentaristas incendiarios, esa satisfacción que me llevo: al fin y al cabo, ese tal Prieto conoce perfectamente el blog de Carlos López (¡gracias!), y yo en cambio no he oído hablar jamás de ningún Prieto.
Y por esto, porque lo más importante son los comentarios, soy partidario de no censurar ninguno, nunca. La realidad de nuestro país debe ser exhibida: las más pestilentes ventosidades deben ser expelidas; todo el mundo tiene que leer las bobadas que pueden llegar a escribirse (y a creerse), el odio inoculado en un sector de la población española ha de mostrarse.
Los comentarios de la gente deben verse: si mi blog atrae comentarios y comentaristas incendiarios, esa satisfacción que me llevo: al fin y al cabo, ese tal Prieto conoce perfectamente el blog de Carlos López (¡gracias!), y yo en cambio no he oído hablar jamás de ningún Prieto.