Los prolegómenos de esta campaña electoral están dando lugar a muchas elucubraciones sobre los pactos que se sellarán entre partidos una vez conocido el resultado del 9-M. No sólo los pactos que se sellarán, sino también los que se romperán. En la mayoría de estas especulaciones aparece el papel de los partidos nacionalistas catalanes y del gobierno local.
Reconstruyamos lo ocurrido en los últimos días:
1) Los dirigentes de Convergència i Unió vienen asegurando desde hace tiempo que sólo van a pactar con el Psoe, pero que Rodríguez Zapatero tendrá que pagar un precio muy alto. Esto, para Josep Antoni Duran, significa ser ministro de Exteriores. Para su teórico jefe de filas, en cambio, significa más transferencias autonómicas, la publicación de las balanzas fiscales y no sé cuántas cosas más. En cualquier caso, en lo único en lo que coinciden ambos es en que todo voto a CiU es un voto para mantener a los socialistas en el poder.
2) El viernes, Artur Mas aprovecha que el candidato Duran no puede hacer declaraciones públicas mientras se recupera de su postoperatorio para afirmar que el precio que tendrá que pagar el Psoe, si quiere el apoyo de los diputados convergentes en Madrit, será desalojar a José Montilla de la presidencia de la Generalitat y hacer presidente a... Artur Mas. Dicho en otras palabras, Mas ofrece un intercambio de cromos a Zapatero, en una especie de viaje a los años 80, con Felipe tranquilo en Madrid, Pujol tranquilo en Barcelona y el Psc atrincherado en el corrupto poder municipal.
3) El sábado, en un mitin con las senectudes socialistas de Hospitalet, José Montilla dice que de marcharse de la Generalitat porque lo pidan los ganadores de las últimas elecciones autonómicas ni hablar. La chuletera Chacón proclama que CiU quiere vender Cataluña a Madrid y el presidente Rodríguez asegura, con tono severo: "¡¡Pepe Montilla!! ¡¡Te prometo que nunca te utilizaré en ningún pacto con nadie, no voy a pedir que te echen y te voy a apoyar!!" "Del mismo modo en que apoyé a Pasqual", le faltó decir. Palabra de Zapatero.
4) Este domingo, el vicepresidente Carod, en una frase que simboliza exactamente qué es el catalanismo, cuenta que las cosas (el gobierno) de Cataluña no se pueden decidir en Madrid. Y simboliza qué es el catalanismo porque ese es su ideario: las cosas de Cataluña no se pueden decidir en Madrid, pero el gobierno de toda España sí se puede decidir desde Cataluña.
Toda una comedia de enredo que, profetizo (con la histórica tasa de aciertos de mis profecías, que es próxima a cero), va a acabar del modo más imprevisto posible: pienso que el Partido Popular ganará las elecciones por poca diferencia y que será la primera vez que el ganador de unas elecciones generales no podrá gobernar, porque vendrá toda una retahila de pactos y requetepactos a la balear. Gracias a las condiciones de Artur Mas y a las jugadas a las que ya nos ha acostumbrado ZP desde hace tiempo, sabemos que los socialistas y los amigos de los socialistas sólo ven la política como un juego de pactos, una partida de poker en la que se deciden mayorías parlamentarias pero se apuesta con el dinero de los contribuyentes y en la que, por encima de todo, no hay principios ni visión de futuro, sólo remiendos y jugadas a corto plazo. Por nuestro bien, echémoslos, y echémoslos pronto.
Reconstruyamos lo ocurrido en los últimos días:
1) Los dirigentes de Convergència i Unió vienen asegurando desde hace tiempo que sólo van a pactar con el Psoe, pero que Rodríguez Zapatero tendrá que pagar un precio muy alto. Esto, para Josep Antoni Duran, significa ser ministro de Exteriores. Para su teórico jefe de filas, en cambio, significa más transferencias autonómicas, la publicación de las balanzas fiscales y no sé cuántas cosas más. En cualquier caso, en lo único en lo que coinciden ambos es en que todo voto a CiU es un voto para mantener a los socialistas en el poder.
2) El viernes, Artur Mas aprovecha que el candidato Duran no puede hacer declaraciones públicas mientras se recupera de su postoperatorio para afirmar que el precio que tendrá que pagar el Psoe, si quiere el apoyo de los diputados convergentes en Madrit, será desalojar a José Montilla de la presidencia de la Generalitat y hacer presidente a... Artur Mas. Dicho en otras palabras, Mas ofrece un intercambio de cromos a Zapatero, en una especie de viaje a los años 80, con Felipe tranquilo en Madrid, Pujol tranquilo en Barcelona y el Psc atrincherado en el corrupto poder municipal.
3) El sábado, en un mitin con las senectudes socialistas de Hospitalet, José Montilla dice que de marcharse de la Generalitat porque lo pidan los ganadores de las últimas elecciones autonómicas ni hablar. La chuletera Chacón proclama que CiU quiere vender Cataluña a Madrid y el presidente Rodríguez asegura, con tono severo: "¡¡Pepe Montilla!! ¡¡Te prometo que nunca te utilizaré en ningún pacto con nadie, no voy a pedir que te echen y te voy a apoyar!!" "Del mismo modo en que apoyé a Pasqual", le faltó decir. Palabra de Zapatero.
4) Este domingo, el vicepresidente Carod, en una frase que simboliza exactamente qué es el catalanismo, cuenta que las cosas (el gobierno) de Cataluña no se pueden decidir en Madrid. Y simboliza qué es el catalanismo porque ese es su ideario: las cosas de Cataluña no se pueden decidir en Madrid, pero el gobierno de toda España sí se puede decidir desde Cataluña.
Toda una comedia de enredo que, profetizo (con la histórica tasa de aciertos de mis profecías, que es próxima a cero), va a acabar del modo más imprevisto posible: pienso que el Partido Popular ganará las elecciones por poca diferencia y que será la primera vez que el ganador de unas elecciones generales no podrá gobernar, porque vendrá toda una retahila de pactos y requetepactos a la balear. Gracias a las condiciones de Artur Mas y a las jugadas a las que ya nos ha acostumbrado ZP desde hace tiempo, sabemos que los socialistas y los amigos de los socialistas sólo ven la política como un juego de pactos, una partida de poker en la que se deciden mayorías parlamentarias pero se apuesta con el dinero de los contribuyentes y en la que, por encima de todo, no hay principios ni visión de futuro, sólo remiendos y jugadas a corto plazo. Por nuestro bien, echémoslos, y echémoslos pronto.