viernes, febrero 01, 2008

Lo único que ha cambiado


A finales de los 90, el pujolismo iniciaba una lenta agonía que iba a durar hasta 2003, tras la hegemonía indiscutida de la que gozó el Honorable durante sus primeros 15 ó 20 años de mandato.

En 1998, tratando de hacer guiños a los sectores nacionalistas más recalcitrantes que estaban muy disgustados con los pactos Ciu-Pp, Pujol llevó al parlamento catalán la ley de política lingüística. El solo hecho de legislar sobre política lingüística da ya una idea del nivel intelectual dels pares de la pàtria y de las tragaderas de los votantes, puesto que nadie se imagina a un gobierno legislando sobre política nasal o sobre política glutear.

Pero el parlamento catalán se dedicó a debatir sobre un proyecto de ley de política lingüística. Debatió y resolvi´modificar las leyes previas, aprobando las famosas sanciones a los comercios, imponiento cuotas de rock catalán a las radiofórmulas y sugiriendo a los medios de comunicación públicos catalanes que no usaran el castellano ni facilitaran traducción simultánea en las entrevistas con invitados de fuera de Cataluña, una especie de inmersión televisiva en lugar de escolar.

Esta ley generó más bien indiferencia en los sectores ajenos al catalanismo. El Pp catalán no se quejó, dado que su cúpula había sido recientemente descabezada por su antipujolismo descarnado y los que quedaban allí se movían metafórica y literalmente como pollos sin cabeza. El comunista Icv apoyó esta ley de los nacionalistas burgueses catalanes, lo cual provocó su escisión de Izquierda Unida.

Lo verdaderamente interesante fue, como siempre, el papel del Psc. El ilustre alcalde de Hospitalet de Llobregat, don Celestino Corbacho i Chaves, un auténtico señor feudal al que hasta los concejales de la oposición corren a menudo a besarle el anillo, era consciente de que sus súbditos hospitalenses no eran especialmente proclives al nacionalismo catalán. No era mi caso (por aquel entonces tenía catorce años y, cuando a veía a Pujol en la tele, básicamente babeaba), pero sí el de la mayoría de mis conciudadanos.

Así que Corbacho, que además de alcalde era diputado autonómico por aquel entonces, aprovechó para ocupar las páginas centrales de su periódico gratuito municipal para manifestarse rotundamente en contra de la nueva ley de política lingüística que planeaba Jordi Pujol. Los argumentos de don Celestino allí expuestos fueron impecables para cualquier persona intelectualmente honrada. Sin embargo, semanas después, todo el grupo parlamentario socialista catalán votó a favor con entusiasmo, pese a que muy probablemente la mayoría de los diputados pensaban como Corbacho y como la mayoría de sus electores.

Hoy, diez años después, una entrevista como la que el alcalde se autoconcedió en su periódico para quedar bien con sus vecinos no habría aparecido. Hoy ya no les hace falta: la única diferencia entre el Psc de 1998 y el de 2008 es la domesticación de sus seguidores. Ya no hace falta simular que se está en desacuerdo con el nacionalismo catalán porque el Psc está plenamente identificado con el catalanismo más ramplón y ocupa el espacio que antes ocupaba Convergència: el pal de paller. Sus votantes les han acompañado en su cambio de rumbo sin discutir nada, porque a estas alturas lo único que les une es el sectarismo contra el Partido Popular. Y como los socialistas ya ocupan todos los resortes de poder en Cataluña, nada tienen que ofrecer a los ciudadanos estos días aparte del odio al Pp, pero no importa: eso es más que suficiente para ganar holgadamente.