Nadie en su sano juicio podría creer que, si se tira por la ventana de un sexto piso, no le va a ocurrir nada. Bueno, nadie excepto el presidente Rodríguez, quien tiene suficiente con mostrarse optimista: si Rodríguez se tira por la ventana y se repite a sí mismo "No me la voy a pegar, no me la voy a pegar", eso basta para no darse un josconcio contra el suelo. De hecho, eso hizo el día antes del atentado de la T-4: creía que para que no hubiera atentados bastaba con afirmar que no habría; también creyó algo parecido para lograr que el fracaso de Angela Merkel, o la constitucionalidad del estatuto de Cataluña, o el final feliz de la Opa de Endesa.
En efecto, si hacemos caso a uno de los dos principales argumentos de campaña del Partido Socialista, para afrontar los retos de España en el futuro basta con mostrarse optimista, y ya está: el optimismo en suficiente en sí mismo, sin necesidad de tener que articular medida alguna. Hasta los progres más recalcitrantes sabrán reconocer que el optimismo, la alegría, la mirada positiva y toda esa sarta de gilipolleces que Rodríguez presenta como oferta electoral son la nada más perfecta, el vacío absoluto, la oquedad ideológica.
Este es el primer argumento de Rodríguez: su sonrisa. Por desgracia, el segundo argumento es todavía más deprimente. El segundo argumento es "Cuidado, que vienen los fachas". Y es inseparable del primero: porque si Rodríguez no quiere o no puede confrontar sus propuestas con las de Mariano Rajoy en materia de inmigración, o de calidad del sistema educativo, o de seguridad ciudadana, o de política fiscal, es obvio que la única salida estratégica es sonreír mucho, acusar al oponente de pesimista y bramar contra el posible regreso de la derechona.
En efecto, si hacemos caso a uno de los dos principales argumentos de campaña del Partido Socialista, para afrontar los retos de España en el futuro basta con mostrarse optimista, y ya está: el optimismo en suficiente en sí mismo, sin necesidad de tener que articular medida alguna. Hasta los progres más recalcitrantes sabrán reconocer que el optimismo, la alegría, la mirada positiva y toda esa sarta de gilipolleces que Rodríguez presenta como oferta electoral son la nada más perfecta, el vacío absoluto, la oquedad ideológica.
Este es el primer argumento de Rodríguez: su sonrisa. Por desgracia, el segundo argumento es todavía más deprimente. El segundo argumento es "Cuidado, que vienen los fachas". Y es inseparable del primero: porque si Rodríguez no quiere o no puede confrontar sus propuestas con las de Mariano Rajoy en materia de inmigración, o de calidad del sistema educativo, o de seguridad ciudadana, o de política fiscal, es obvio que la única salida estratégica es sonreír mucho, acusar al oponente de pesimista y bramar contra el posible regreso de la derechona.
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No quisiera dejar escapar la habilidad del pensador Hugo Chávez con las lenguas clásicas: "Presidente Uribe... si Colombia intenta algo parecido en Venezuela... ¡eso es causus bellis!"