Las cosas ocurren a mayor velocidad de las que uno puede comentarlas. Iba a decir hoy, y la actualidad viene como anillo al dedo, que desde tiempos inmemoriales, los presidentes del PP en Cataluña entran por la puerta y salen por la ventana.
Cuando los partidos funcionan, cuando ganan elecciones, cuando suben en votos y colocan a los funcionarios de partido en puestos más o menos inútiles, nadie se queja. Los líderes no son cuestionados y los militantes van haciendo, ahí tienen el congreso del Psoe de este fin de semana, qué asunto más soso y previsible, por Dios. Cuando a los partidos políticos las cosas les van mal, en cambio, suele haber problemas, corrientes internas, cambios ocasionales de liderzgo, etcétera.
El PP es el partido catalán que ha cambiado de líder en más ocasiones, y con mucha diferencia. Eduard Bueno, Miguel Ángel Planas, Jorge Fernández, Aleix Vidal-Quadras, Alberto Fernández, Josep Piqué, Daniel Sirera, y los que vendrán. Desde las elecciones autonómicas de 1984 me sale un tiempo medio de desintegración de tres años y cuatro meses por presidente. A uno de ellos no le dio tiempo ni a presentarse a las elecciones y, por lo que parece, no iba a ser el último.
Los constantes cambios de caras y los permanentes giros estratégicos desconciertan al electorado. Y no sólo al electorado: con cada cambio traumático en el PPC, no pocos militantes y simpatizantes abandonan el barco, asqueados por las vísceras de la política y los tejemanejes internos que en ningún caso persiguen el bien común de los ciudadanos (algo que, supuestamente, debería ser una prioridad para todos los políticos). Por supuesto, los que se marchan son siempre los mejor preparados, los que tienen una vida profesional al margen de la política, los que están por amor al arte y no por apego a un asiento, por generosidad y no por prácticas trepadoras. Y a las micropoltronas (en el Pp, en el Psoe y en cualquier organización política española) siempre quedan aferrados cual lapa los más mediocres, los que no tienen nada que hacer fuera de ese mundo.
Con cada cambio que ha experimentado el PP catalán, ha habido deserciones y pérdidas del llamado capital humano. Si, en pro del enésimo giro y requetegiro centrocatalanreformhumanistliberconservespañolista, se repiten las situaciones que ya han ocurrido en el pasado, nuevamente los más solventes no van a encontrar sitio en el único partido político catalán que todavía merece la pena para alguien que crea en la libertad, en el rigor intelectual y en el respeto a las normas que nosotros mismos nos hemos dado. Es normal que luchen tanto por ocupar sus pequeñas parcelitas de poder, porque cada vez les quedan menos.
Cuando los partidos funcionan, cuando ganan elecciones, cuando suben en votos y colocan a los funcionarios de partido en puestos más o menos inútiles, nadie se queja. Los líderes no son cuestionados y los militantes van haciendo, ahí tienen el congreso del Psoe de este fin de semana, qué asunto más soso y previsible, por Dios. Cuando a los partidos políticos las cosas les van mal, en cambio, suele haber problemas, corrientes internas, cambios ocasionales de liderzgo, etcétera.
El PP es el partido catalán que ha cambiado de líder en más ocasiones, y con mucha diferencia. Eduard Bueno, Miguel Ángel Planas, Jorge Fernández, Aleix Vidal-Quadras, Alberto Fernández, Josep Piqué, Daniel Sirera, y los que vendrán. Desde las elecciones autonómicas de 1984 me sale un tiempo medio de desintegración de tres años y cuatro meses por presidente. A uno de ellos no le dio tiempo ni a presentarse a las elecciones y, por lo que parece, no iba a ser el último.
Los constantes cambios de caras y los permanentes giros estratégicos desconciertan al electorado. Y no sólo al electorado: con cada cambio traumático en el PPC, no pocos militantes y simpatizantes abandonan el barco, asqueados por las vísceras de la política y los tejemanejes internos que en ningún caso persiguen el bien común de los ciudadanos (algo que, supuestamente, debería ser una prioridad para todos los políticos). Por supuesto, los que se marchan son siempre los mejor preparados, los que tienen una vida profesional al margen de la política, los que están por amor al arte y no por apego a un asiento, por generosidad y no por prácticas trepadoras. Y a las micropoltronas (en el Pp, en el Psoe y en cualquier organización política española) siempre quedan aferrados cual lapa los más mediocres, los que no tienen nada que hacer fuera de ese mundo.
Con cada cambio que ha experimentado el PP catalán, ha habido deserciones y pérdidas del llamado capital humano. Si, en pro del enésimo giro y requetegiro centrocatalanreformhumanistliberconservespañolista, se repiten las situaciones que ya han ocurrido en el pasado, nuevamente los más solventes no van a encontrar sitio en el único partido político catalán que todavía merece la pena para alguien que crea en la libertad, en el rigor intelectual y en el respeto a las normas que nosotros mismos nos hemos dado. Es normal que luchen tanto por ocupar sus pequeñas parcelitas de poder, porque cada vez les quedan menos.