Si no lo dice nadie, ya lo digo yo: qué asco me dan las fiestas de San Fermín. Por mí que las cierren. Qué digo que las cierren: que las prohíban. Es inexplicable que un gobierno que, en nombre de la protección de la vida y la salud de los ciudadanos, prohíbe que se coma pescado crudo, que se fume en lugares públicos o que se circule sin cinturón de seguridad, no acuda galopante a Pamplona a prohibir los encierros sanfermineros. ¿O es que correr delante de un toro no es poner en riesgo la salud de los ciudadanos?
Las fiestas de San Fermín son patéticas, pero desde luego los más patéticos son los pamploneses: es muy triste estar orgulloso de ser de una ciudad conocida en el mundo entero por sus fiestas con animales, sus bacanales etílicas, sus guiris que tienen que recurrir a vaya usted a saber qué clase de sustancias para resistir siete días de desenfreno sin descanso, sus asesinatos de toros, sus desórdenes públicos. Estoy seguro de que hay muchísimas personas en Pamplona y en Navarra que piensan esto, así que ya pueden irse todos los sanfermineros a celebrar sus chorradas a la estepa siberiana. Con que haya una sola persona cuyo sagrado derecho al descanso se vea perturbado por esa mierda es suficiente para justificar que esos tipos se vayan lejos, muy lejos.
Las fiestas de San Fermín son patéticas, pero desde luego los más patéticos son los pamploneses: es muy triste estar orgulloso de ser de una ciudad conocida en el mundo entero por sus fiestas con animales, sus bacanales etílicas, sus guiris que tienen que recurrir a vaya usted a saber qué clase de sustancias para resistir siete días de desenfreno sin descanso, sus asesinatos de toros, sus desórdenes públicos. Estoy seguro de que hay muchísimas personas en Pamplona y en Navarra que piensan esto, así que ya pueden irse todos los sanfermineros a celebrar sus chorradas a la estepa siberiana. Con que haya una sola persona cuyo sagrado derecho al descanso se vea perturbado por esa mierda es suficiente para justificar que esos tipos se vayan lejos, muy lejos.