Uno de los puestos de trabajo más golosos es el de tertuliano, que además es un empleo genuinamente español. Yo mismo siempre he querido ser tertuliano porque creo que reúno todos los requisitos necesarios, que básicamente son no tener ni idea de casi nada y tener siempre unas frases preparadas para hacer un análisis rápido de la situación política, económica a social ante cualquier hecho noticiable.
Podríamos haber dedicado alguna entrada a los tertulianos más ilustres y respetables, los escasísimos opinólogos que sí merecen ser escuchados porque aportan algo. Pero el afán destructor que mueve este blog ha aconsejado dedicar algunos posts a los comentaristas, opinólogos y todólogos más infames.
Enric Juliana es uno de ellos. El hombre este llevaba dos años escribiendo en La Vanguardia el mismo artículo cada día: que echan a Federico Jiménez-Losantos de la Cope sí o sí, que está a puntito, ahora sí que es verdad, ahora sí que los obispos lo echan. En las últimas semanas ha aparcado el asunto momentáneamente y se dedica a repetir diariamente otro artículo sobre las aportaciones catalanas a la política española y la importancia que tiene no sé qué del toque catalán a los presupuestos o a la gestión de la crisis. Y cada día la misma historia. Hoy vuelve con el mismo artículo, por supuesto.
A Juliana le pagan una cantidad considerable por decir tonterías en Onda Cero, tonterías del mismo orden de magnitud que sus artículos vanguardistas, y centradas también en las propuestas catalanas y en lo buenos que son los estados cada vez más descentralizados (supongo que buenos para evitar burocracia, duplicidad de cargos y facilitar la coordinación de las administraciones). Creo que también aparece de vez en cuando en Antena 3, haciendo ahí aportaciones perfectamente prescindibles acerca de temas de sucesos y crónica social, cuando se tercia.
Si a Enric Juliana le gustara más el cuerpo a cuerpo y el insulto rápido, habría elegido Telecinco para poder salir en La mirada crítica y en La noria. Pero él es de estilo más jamelgo, sosegado, y prefiere los medios de Planeta para cantar sus alabanzas y aburrir a las ovejas. Yo aún espero a que algún día me sorprenda y encuentre un artículo o una alocución suya cuyo contenido sea algo distinto, nuevo, huyendo de tópicos, lugares comunes y pseudorazonamientos previsibles.
Podríamos haber dedicado alguna entrada a los tertulianos más ilustres y respetables, los escasísimos opinólogos que sí merecen ser escuchados porque aportan algo. Pero el afán destructor que mueve este blog ha aconsejado dedicar algunos posts a los comentaristas, opinólogos y todólogos más infames.
Enric Juliana es uno de ellos. El hombre este llevaba dos años escribiendo en La Vanguardia el mismo artículo cada día: que echan a Federico Jiménez-Losantos de la Cope sí o sí, que está a puntito, ahora sí que es verdad, ahora sí que los obispos lo echan. En las últimas semanas ha aparcado el asunto momentáneamente y se dedica a repetir diariamente otro artículo sobre las aportaciones catalanas a la política española y la importancia que tiene no sé qué del toque catalán a los presupuestos o a la gestión de la crisis. Y cada día la misma historia. Hoy vuelve con el mismo artículo, por supuesto.
A Juliana le pagan una cantidad considerable por decir tonterías en Onda Cero, tonterías del mismo orden de magnitud que sus artículos vanguardistas, y centradas también en las propuestas catalanas y en lo buenos que son los estados cada vez más descentralizados (supongo que buenos para evitar burocracia, duplicidad de cargos y facilitar la coordinación de las administraciones). Creo que también aparece de vez en cuando en Antena 3, haciendo ahí aportaciones perfectamente prescindibles acerca de temas de sucesos y crónica social, cuando se tercia.
Si a Enric Juliana le gustara más el cuerpo a cuerpo y el insulto rápido, habría elegido Telecinco para poder salir en La mirada crítica y en La noria. Pero él es de estilo más jamelgo, sosegado, y prefiere los medios de Planeta para cantar sus alabanzas y aburrir a las ovejas. Yo aún espero a que algún día me sorprenda y encuentre un artículo o una alocución suya cuyo contenido sea algo distinto, nuevo, huyendo de tópicos, lugares comunes y pseudorazonamientos previsibles.