Hay un grupo de personas rondando por las calles de Barcelona, intentando acampar desde hace un par de días en protesta por vaya a usted saber qué causas.
No es un escenario nuevo: lo vimos cuando los heroicos manifestantes contrarios a la segunda guerra de Irak montaron sus tiendas de campaña y se tiraron unas semanas en la plaza Francec Macià, sin reacción conocida por parte del alcalde de Barcelona.
Pero ahora, ay ahora, "no es como antes". Son las visionarias apostillas del teniente de alcalde de movilidad, Jordi Hereu, que ha impulsado la actuación de la guardia urbana de Barcelona. Las fuerzas públicas han desempeñado su función en dos días consecutivos y han impedido que los mendrugos tomen en usufructo una zona pública para dormitar por allí y llamar la atención.
Lógicamente, los manifestantes en cuestión han quedado estupefactos, y no lo digo sólo por la de estupefacientes que han debido consumir. Habrán pensado: ¿cómo es posible, camaradas, que ahora no nos permitáis acampar? ¿Pero cómo puede ser, oh viejos coetáneos en la defensa de las causas progresistas habidas y por haber, que hace un año pudiésemos, entre otras lindezas, ir a tirar excrementos a la sede de un partido mientras nos custodiaba la guardia urbana y ahora no podamos ni colectivizar una zona verde para montar nuestras tiendas ahí?
La respuesta, se la imaginarán. De vez en cuando es convienente que la demagogia institucionalizada se dé un paseo por la asunción de responsabilidades: hace unos meses el ayuntamiento de Barcelona, el protector del civismo, dio su apoyo a todo tipo de actividades incívicas, incluyendo acampadas. Ahora, ahora que mandan los nuestros, la guardia urbana sí cumple con su cometido.
No es un escenario nuevo: lo vimos cuando los heroicos manifestantes contrarios a la segunda guerra de Irak montaron sus tiendas de campaña y se tiraron unas semanas en la plaza Francec Macià, sin reacción conocida por parte del alcalde de Barcelona.
Pero ahora, ay ahora, "no es como antes". Son las visionarias apostillas del teniente de alcalde de movilidad, Jordi Hereu, que ha impulsado la actuación de la guardia urbana de Barcelona. Las fuerzas públicas han desempeñado su función en dos días consecutivos y han impedido que los mendrugos tomen en usufructo una zona pública para dormitar por allí y llamar la atención.
Lógicamente, los manifestantes en cuestión han quedado estupefactos, y no lo digo sólo por la de estupefacientes que han debido consumir. Habrán pensado: ¿cómo es posible, camaradas, que ahora no nos permitáis acampar? ¿Pero cómo puede ser, oh viejos coetáneos en la defensa de las causas progresistas habidas y por haber, que hace un año pudiésemos, entre otras lindezas, ir a tirar excrementos a la sede de un partido mientras nos custodiaba la guardia urbana y ahora no podamos ni colectivizar una zona verde para montar nuestras tiendas ahí?
La respuesta, se la imaginarán. De vez en cuando es convienente que la demagogia institucionalizada se dé un paseo por la asunción de responsabilidades: hace unos meses el ayuntamiento de Barcelona, el protector del civismo, dio su apoyo a todo tipo de actividades incívicas, incluyendo acampadas. Ahora, ahora que mandan los nuestros, la guardia urbana sí cumple con su cometido.
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Ejercicio de coherencia intelectual protagonizado por el editor del periódico electrónico E-notícies. Traduzco:
Que conste que estoy en contra de las acampadas, aunque sean a favor del Tercer Mundo, sobre todo si se hacen en medio de la Diagonal o de cualquier otro espacio público. Pero no recuerdo que ningún responsable municipal hiciese unas declaraciones similares cuando se hizo la acampada contra la guerra al lado de la sede del PP. Y que conste que estoy a favor de las acampadas contra la guerra, aunque se hagan en medio de la Diagonal o de cualquier otro espacio público.
Que conste que estoy en contra de las acampadas, aunque sean a favor del Tercer Mundo, sobre todo si se hacen en medio de la Diagonal o de cualquier otro espacio público. Pero no recuerdo que ningún responsable municipal hiciese unas declaraciones similares cuando se hizo la acampada contra la guerra al lado de la sede del PP. Y que conste que estoy a favor de las acampadas contra la guerra, aunque se hagan en medio de la Diagonal o de cualquier otro espacio público.
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Paridario
"El Gordo ha quedado muy repartido", dicen. No se han enterado de que el único sentido de los premios gordos es que se acumulen en muy pocos agraciados.
"El Gordo ha quedado muy repartido", dicen. No se han enterado de que el único sentido de los premios gordos es que se acumulen en muy pocos agraciados.