El 20 de febrero de 2005 se celebrará en España un referendum en el que los ciudadanos deberán pronunciarse sobre la Constitución Europea.
Pura farsa.
Todo cuanto rodea a ese referendum es una farsa. Retórica. Teatro. Un espectáculo vomitivo. Los políticos se dedican a explicarnos lo buena o lo mala que es la Constitución europea, cosa que no censuro, pero ninguno de ellos, ni uno solo, se atreve a reconocer que el maldito referendum del 20 de febrero no es tal: es sólo una macroencuesta de bastante mal gusto, dado que España es uno de los pocos países de la Unión en que la consulta a la ciudadanía será no vinculante.
En otras palabras, en España, votemos sí o votemos no a la Constitución, nuestros sesudos gobernantes harán lo que les dé la gana. Ya puede pedir Maragall un sí combativo (sic) a Europa, ya puede solicitar Llamazares un no a la Europa del capital y no sé qué rebajas a domicilio, ya pueden esgrimirse las neuronas Rajoy y ZP (si es que ZP cuenta con ellas) para convencernos de lo bueno que es este tratado para los ciudadanos.
Todos ellos pasarán de puntillas, evitarán explicarnos que todo el pescado está vendido y el voto del 20 de febrero, favorable o no, es sólo el colofón de este sainete. Conmigo que no cuenten para participar en el engaño.
Pura farsa.
Todo cuanto rodea a ese referendum es una farsa. Retórica. Teatro. Un espectáculo vomitivo. Los políticos se dedican a explicarnos lo buena o lo mala que es la Constitución europea, cosa que no censuro, pero ninguno de ellos, ni uno solo, se atreve a reconocer que el maldito referendum del 20 de febrero no es tal: es sólo una macroencuesta de bastante mal gusto, dado que España es uno de los pocos países de la Unión en que la consulta a la ciudadanía será no vinculante.
En otras palabras, en España, votemos sí o votemos no a la Constitución, nuestros sesudos gobernantes harán lo que les dé la gana. Ya puede pedir Maragall un sí combativo (sic) a Europa, ya puede solicitar Llamazares un no a la Europa del capital y no sé qué rebajas a domicilio, ya pueden esgrimirse las neuronas Rajoy y ZP (si es que ZP cuenta con ellas) para convencernos de lo bueno que es este tratado para los ciudadanos.
Todos ellos pasarán de puntillas, evitarán explicarnos que todo el pescado está vendido y el voto del 20 de febrero, favorable o no, es sólo el colofón de este sainete. Conmigo que no cuenten para participar en el engaño.