Es una sensación fascinante, que seguro que repetiré justo dentro de 7 días: caminas por la zona universitaria, y no hay ni un alma; entras en la facultad, desierta; en la biblioteca, cuatro freaks como yo que se dedican a estudiar en la tarde de un 24 de diciembre; a la vuelta, vengo solo en el autobús.
Eso sí, al llegar a la zona de los comercios, el paisaje cambia súbitamente. Las nanoscópicas aceras de Hospitalet están atiborradas de gente que va de tienda en tienda, sujetos haciendo cola en los cajeros automáticos, supermercados abarrotados. Mucha gente comprando.
No me parece mal. En absoluto. Seamos impopulares: para que la economía española crezca, hay que consumir. Para mantener el actual ritmo de crecimiento económico (que por otro lado parece complicado), de forma que se afiance el tejido empresarial y se puedan crear más puestos de trabajo, los ciudadanos tienen que gastar una cantidad indecente de pelas. Consumo. Gastar dinero. Mucho dinero.
Pese a ello, en estas fechas compro muchísimo menos que la media de la población, porque creo que mientras haya burros habrá quienes podremos ir a caballo. Sin embargo, veo absolutamente normal y saludable que las masas compren. Al margen de todo ello, están las consideraciones morales o religiosas. Paradójicamente, muchos de los que critican el consumismo navideño porque va en detrimento del sentido cristiano de la Navidad ni son cristianos ni nada parecido.
En ese sentido, hace años que la Navidad dejó de significar nada más que regalos en nuestra sociedad, de modo que en un arrebato transitorio de apologética, por un día, y sin que sirva de precedente, me permito recomendarles que compren todo lo que quieran y puedan, pero intenten dedicar en estas fechas algún minuto a reflexionar sobre la figura de Jesús.
Eso sí, al llegar a la zona de los comercios, el paisaje cambia súbitamente. Las nanoscópicas aceras de Hospitalet están atiborradas de gente que va de tienda en tienda, sujetos haciendo cola en los cajeros automáticos, supermercados abarrotados. Mucha gente comprando.
No me parece mal. En absoluto. Seamos impopulares: para que la economía española crezca, hay que consumir. Para mantener el actual ritmo de crecimiento económico (que por otro lado parece complicado), de forma que se afiance el tejido empresarial y se puedan crear más puestos de trabajo, los ciudadanos tienen que gastar una cantidad indecente de pelas. Consumo. Gastar dinero. Mucho dinero.
Pese a ello, en estas fechas compro muchísimo menos que la media de la población, porque creo que mientras haya burros habrá quienes podremos ir a caballo. Sin embargo, veo absolutamente normal y saludable que las masas compren. Al margen de todo ello, están las consideraciones morales o religiosas. Paradójicamente, muchos de los que critican el consumismo navideño porque va en detrimento del sentido cristiano de la Navidad ni son cristianos ni nada parecido.
En ese sentido, hace años que la Navidad dejó de significar nada más que regalos en nuestra sociedad, de modo que en un arrebato transitorio de apologética, por un día, y sin que sirva de precedente, me permito recomendarles que compren todo lo que quieran y puedan, pero intenten dedicar en estas fechas algún minuto a reflexionar sobre la figura de Jesús.