Me merecen infinitamente más respeto los programas de televisión que se dedican a hurgar en la vida de los famosos -ya sea en versión amarillista (Pepe Navarro, Rocío Jurado) o directamente necrófaga (Encarna Sánchez, Carmina Ordóñez)- que todos los informativos y programas autodenominados serios, elevados, que han tratado vergonzosamente el caso de la niña maltratada de Barcelona.
Entrevistas a los padres biológicos donde se lanzan acusaciones cruzadas, imágenes donde se adivina el rostro de la niña en una actividad escolar, especulaciones sobre los diversos novios que ha tenido la presunta implicada. Fotografías de otro acusado. Ningún interés informativo, por supuesto. Ninguna compasión respecto de la niña en esas noticias, por descontado. Sólo ganas de carnaza, de mostrar familias desestructuradas, de jugar con el dolor ajeno.
Y ya han llegado las secuelas: salen a la luz (a la luz de las teles, claro) los maltratos infantiles que son denunciados diariamente en algún lugar de España; afloran de la nada.
Entrevistas a los padres biológicos donde se lanzan acusaciones cruzadas, imágenes donde se adivina el rostro de la niña en una actividad escolar, especulaciones sobre los diversos novios que ha tenido la presunta implicada. Fotografías de otro acusado. Ningún interés informativo, por supuesto. Ninguna compasión respecto de la niña en esas noticias, por descontado. Sólo ganas de carnaza, de mostrar familias desestructuradas, de jugar con el dolor ajeno.
Y ya han llegado las secuelas: salen a la luz (a la luz de las teles, claro) los maltratos infantiles que son denunciados diariamente en algún lugar de España; afloran de la nada.