lunes, diciembre 17, 2007

Contra la inflación, Oryctolagus cuniculus


Los socialdemócratas siempre han mostrado una natural predilección por la retórica por encima de los hechos, pero el caso español es especialmente llamativo. A ningún progre español le importan ya nada los hechos y a ningún político progre le preocupa lo más mínimo gobernar para desencadenar algún cambio en la realidad: ahora, gobernar es ocupar el gobierno, y las decisiones que toman los gobiernos progresistas no tienen ningún objetivo fáctico, son simplemente decisiones, y el que se oponga es de la derecha extrema, o le hace el juego a la derecha extrema.

Eso explica el fracaso absoluto de todos los objetivos que Zapatero se había propuesto en esta legislatura: ninguna decisión de su gobierno ha contribuído en nada a algo distinto de la nada. Recordarán ustedes la ley contra la violencia de género, las bombardeantes campañas de tráfico, las reformas estatutarias que iban a servir para cohesionar España y contentar definitivamente a los nacionalistas, el proceso de pazzz, la nueva ley orgánica de educación, las regularizaciones masivas de inmigrantes o la alianza de civilizaciones. Por el camino, además, han quedado algunas de las promesas que esbozó en su discurso de investidura: un cambio constitucional, una reforma del Senado, la no presencia de ministros como futuros candidatos autonómicos, una ley para prohibir la publicidad institucional, etcétera. Eso sí, las tropas españolas en Irak fueron retiradas para ser enviadas a Afganistán, y los homosexuales ya pueden casarse entre ellos; dos hitos que sin duda van a ser determinantes en el desafiante futuro de nuestro país.

Los catalanes hemos padecido una doble ración de socialdemocracia, ya que aquí el gobierno local nos ha ido obsequiando con un pacto nazional por la educación, un pacto nazional por la vivienda, no sé qué historia de un 3% y un suflé, una simpática campaña publicitaria contra la violencia de género ("L'amor ha de ser lliure!"), un estatuto que obliga a que los forenses hablen en catalán con sus clientes, una feria de literatura catalana cuyos preparativos han durado dos años y subvenciones, muchas, muchas subvenciones.

Jamás ha estado tan claro que los progres más recalcitrantes van por su camino y la realidad va por el suyo. Por eso, a nadie debería escandalizarle que la receta de este gobierno para combatir la inflación sea comer conejo. Podrían imitar al dictador de Zimbabwe y prohibir la inflación, qué narices.