La actitud, el discurso, las formas, los propósitos y los preparativos del presidente Rodríguez respecto del eufemísticamente llamado proceso de paz me están dejando en un estado permanentemente horadado por el asco.
Sus palabras de este sábado, en las que afirma que va a buscar "un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad de Euskadi" son lesivas para la moral de cualquiera que crea mínimamente en las instituciones democráticas vigentes. Rodríguez pinta todo de rosa, adereza todo con ansias de paz, afirma buscar la convivencia, nos invita a introducirnos en un futuro mundo eternamente primaveral, juega con la buena fe de una parte de los ciudadanos.
Lo hace con un discurso perverso. Decir que se busca un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad es decir que actualmente no existe un gran acuerdo político de convivencia. Los poderes públicos españoles legitimados por la Constitución y las instituciones de la Comunidad Autónoma vasca no son fruto de un gran acuerdo político de convivencia, por eso Eta ha asesinado a 900 personas en las últimas décadas, por eso los nacionalistas no cesan en sus reivindicaciones permanentes.
Con sus bellas palabras, Rodríguez afirma que el gran pacto civil de 1978 no respeta la convivencia, que la dictadura franquista no ha sido cerrada de forma correcta y que por lo tanto el terrorismo es consecuencia del incorrecto proceso de la transición y su fuente de legitimidad es el franquismo. Paradójico que los terroristas, que son los únicos que no respetan la convivencia son quienes buscan ese nuevo acuerdo que supuestamente la respete. Rodríguez Zapatero o la grave constatación de que el que nos gobierna cree que el terrorismo tiene causas, o sea, causas justas, y para que desaparezca hay que adaptarse a las exigencias terroristas.
Sus palabras de este sábado, en las que afirma que va a buscar "un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad de Euskadi" son lesivas para la moral de cualquiera que crea mínimamente en las instituciones democráticas vigentes. Rodríguez pinta todo de rosa, adereza todo con ansias de paz, afirma buscar la convivencia, nos invita a introducirnos en un futuro mundo eternamente primaveral, juega con la buena fe de una parte de los ciudadanos.
Lo hace con un discurso perverso. Decir que se busca un gran acuerdo político de convivencia que recoja la pluralidad es decir que actualmente no existe un gran acuerdo político de convivencia. Los poderes públicos españoles legitimados por la Constitución y las instituciones de la Comunidad Autónoma vasca no son fruto de un gran acuerdo político de convivencia, por eso Eta ha asesinado a 900 personas en las últimas décadas, por eso los nacionalistas no cesan en sus reivindicaciones permanentes.
Con sus bellas palabras, Rodríguez afirma que el gran pacto civil de 1978 no respeta la convivencia, que la dictadura franquista no ha sido cerrada de forma correcta y que por lo tanto el terrorismo es consecuencia del incorrecto proceso de la transición y su fuente de legitimidad es el franquismo. Paradójico que los terroristas, que son los únicos que no respetan la convivencia son quienes buscan ese nuevo acuerdo que supuestamente la respete. Rodríguez Zapatero o la grave constatación de que el que nos gobierna cree que el terrorismo tiene causas, o sea, causas justas, y para que desaparezca hay que adaptarse a las exigencias terroristas.