Me declaro firmemente partidario de reducir (suprimir, de hecho) los impuestos directos y subir los impuestos indirectos. Me parecen menos opresivos, más justos, más sencillos y además es imposible defraudar.
En un alarde de incomprensible buen gusto, la consejera catalana de Sanidad, Marina Geli, ha defendido en un par de ocasiones la conveniencia de establecer una tasa simbólica de un euro por cada visita a los centros de atención primaria de la Seguridad Social. Cualquier persona que haya frecuentado un ambulatorio de una ciudad mediana (aunque en este govern de izquierda caviar es extraño que contemos a ningún usuario de la sanidad pública) observará que la clientela habitual de estos centros es una cantidad arbitrariamente alta de jubilados e inmigrantes, a partes iguales.
No me gusta que la visita al médico sea gratis. Me da la sensación de que el desmesurado gasto sanitario se emplea en ocasiones en necesidades que realmente no precisan ser satisfechas. A coste cero, demanda infinita, y uno puede pensar que quizá la permanente tendencia de un sector de la población a acudir al médico de cabecera no es una demanda real sino una forma de pasar el rato, ya que es gratis. Cobrar un euro ya no representaría una visita gratuita, y sin ser un gasto inasumible por nadie, probablemente ayudaría a racionalizar recursos, no por los ingresos que esos euros simbólicos reportasen, sino por la previsible menor demanda. Deberíamos probar.
Las personas de buena fe y los estatalistas más recalcitrantes sin duda recriminarán que hay quien no puede permitirse gastar un euro en una visita el médico si vive en condiciones casi miserables. Sin embargo, el metro, por ejemplo, es un servicio público esencial para el transporte en las grandes urbes, sin el cual mucha gente no podría desplazarse, y nadie se imagina un ferrocarril metropolitano gratuito sólo porque es inhumano ponerle precio a un billete de metro.
Si permitimos la libre circulación de personas y mercancías por nuestro país sin otra objeción que el respeto a la ley, cosa con la que estoy de acuerdo, no podemos ser ultraliberales en ese aspecto y socialistas en la sanidad o en la educación pública. Si somos liberales en cuanto a la entrada de inmigrantes, seámoslo también en todo lo demás. El que quiera sanidad, que pague, al menos una parte.
En un alarde de incomprensible buen gusto, la consejera catalana de Sanidad, Marina Geli, ha defendido en un par de ocasiones la conveniencia de establecer una tasa simbólica de un euro por cada visita a los centros de atención primaria de la Seguridad Social. Cualquier persona que haya frecuentado un ambulatorio de una ciudad mediana (aunque en este govern de izquierda caviar es extraño que contemos a ningún usuario de la sanidad pública) observará que la clientela habitual de estos centros es una cantidad arbitrariamente alta de jubilados e inmigrantes, a partes iguales.
No me gusta que la visita al médico sea gratis. Me da la sensación de que el desmesurado gasto sanitario se emplea en ocasiones en necesidades que realmente no precisan ser satisfechas. A coste cero, demanda infinita, y uno puede pensar que quizá la permanente tendencia de un sector de la población a acudir al médico de cabecera no es una demanda real sino una forma de pasar el rato, ya que es gratis. Cobrar un euro ya no representaría una visita gratuita, y sin ser un gasto inasumible por nadie, probablemente ayudaría a racionalizar recursos, no por los ingresos que esos euros simbólicos reportasen, sino por la previsible menor demanda. Deberíamos probar.
Las personas de buena fe y los estatalistas más recalcitrantes sin duda recriminarán que hay quien no puede permitirse gastar un euro en una visita el médico si vive en condiciones casi miserables. Sin embargo, el metro, por ejemplo, es un servicio público esencial para el transporte en las grandes urbes, sin el cual mucha gente no podría desplazarse, y nadie se imagina un ferrocarril metropolitano gratuito sólo porque es inhumano ponerle precio a un billete de metro.
Si permitimos la libre circulación de personas y mercancías por nuestro país sin otra objeción que el respeto a la ley, cosa con la que estoy de acuerdo, no podemos ser ultraliberales en ese aspecto y socialistas en la sanidad o en la educación pública. Si somos liberales en cuanto a la entrada de inmigrantes, seámoslo también en todo lo demás. El que quiera sanidad, que pague, al menos una parte.