martes, noviembre 23, 2004

Libertas perfundet omnia luce


Un servidor cree que no resulta atrevido afirmar que vivimos en un país libre, ateniéndonos a lo que podemos caracterizar como el respeto a los derechos y las libertades básicas, sobretodo si consideramos la cantidad de regímenes totalitarios que nos rodean.

Sin embargo, he estado charlando este fin de semana con un extraterrestre, que al viajar unos días por España, ha advertido lo siguiente:

- En España, hay una pequeña extensión de terreno donde una parte de la población odia al resto. Los ciudadanos objeto de ese odio, no obstante, tienen reconocidos sus derechos fundamentales, tales como expresarse libremente o presentarse a las elecciones, pero si lo hacen pueden recibir el desprecio de sus vecinos y conocidos, ser insultados, amenazados, agredidos o asesinados.

- En España, hay también otra extensión de terreno, algo mayor, donde una mayoría apabullante de la población odia a un pequeño sector de personas. En este caso, también está reconocido el derecho a expresarse libremente o presentarse a las elecciones. Sin embargo, en determinadas circunstancias todo eso también puede conllevar ser despreciado, insultado, amenazado o agredido, pero no asesinado. Es un detalle.

- En España, los ciudadanos se rigen por una Constitución que reconoce el derecho a la huelga. Esto no se debe entender como una garantía de que ante una convocatoria de huelga la libertad individual estará blindada y se podrá elegir si uno se suma o no a la protesta, sino que un grupo de personas financiadas por el propio Estado, llamadas sindicalistas, tienen potestad para amenazar, insultar, agredir a aquellos que están en contra de hacer huelga, sabotear o romper instrumentos o efectos personales de los interfectos y atacar o asaltar establecimientos. Todo, con la vista gorda de papá Estado.

- En España, esa misma Constitución dispone que la persona del Jefe de Estado, llamado Rey, es inviolable. De esta forma, se permite que el Rey tenga la posibilidad, si él la estima oportuna, de hacer dejación de sus funciones como Jefe de Estado, pervertir o influir en los poderes públicos, o cometer cualquier acto delictivo, incluyendo robar, matar o agredir -sirviéndose por sí mismo o por medio de su personal afecto en general y de su escolta en particular-, sin que nada de ello pueda ser perseguible o siquiera digno de conocimiento, en el, por supuesto, improbable caso de que ocurriese.

- En España, es un hecho que los ciudadanos no tienen confianza en la Justicia. Ni es independiente, ni es rápida, ni es efectiva, ni en definitiva es justa. Además, se supone que uno de los estamentos que debe estar más rígidamente controlado por la justicia es la clase política, pero son los políticos quienes nombran a los principales dirigentes del poder judicial, tal como estipula la Constitución. Por otro lado, las disposiciones penales están construidas con el propósito de favorecer al delincuente y desproteger a la víctima.

- En España, la más decepcionante de las constataciones es que los niños y adolescentes son educados en un sistema escolar y universitario cuyo propósito implícito, pero latente, es idiotizar a la población. Bien es sabido que la incultura es la antítesis de la libertad.

- En España, las personas que suelen erigirse en ardientes defensoras de la libertad no sólo no tienen el más mínimo interés en nada de lo anterior, sino que pretenden ahondar en esas carencias. Además, es habitual que insistan en que defienden las libertades de los pueblos. Nunca de las personas.

El alienígena, concluídas sus observaciones, ha extraído que los españoles no son en absoluto libres. Yo decía al principio que está claro que vivimos en un país libre. Serán manías del marciano. Nada.