Ayer hubo huelga de taxis en Barcelona. El portavoz de uno de los tres sindicatos convocantes tuvo la brillantez de hacer saber ante los medios de comunicación que el seguimiento de la huelga fue de un 96%.
Dado que los miércoles tienen asignada una jornada obligatoria de descanso todos los taxistas cuyo número de licencia termina en 5 o en 6, y que uno de cada cinco taxistas tiene una licencia que acaba en 5 o en 6, no hace falta ser un genio de la aritmética para deducir que, en la situación óptima de un número máximo de taxistas realizando el paro, el seguimiento habría sido de un 80% en lugar de un 96%. Y de ese 80% es preceptivo descontar todos cuantos no querían hacer huelga, pero no tuvieron más remedio que ser partícipes de ella, bajo la amenaza tan eficaz como antiliberal de los piquetes informativos.
Este pequeño ejemplo de contabilidad creativa sirve como muestra de que los dirigentes sindicales son un panda de holgazanes y extorsionadores cuyo coeficiente intelectual es tan próximo al umbral de la subnormalidad que ni siquiera son capaces de mentir sin que se note.