Esta campaña electoral vasca ha pasado desapercibida entre tantas colas para ver el cadáver de Juan Pablo II, bodas reales y Hannovers diversos, pero los ciudadanos del País Vasco tienen, una vez más, la oportunidad de elegir entre continuidad y cambio, entre el de las tortas y el constitucionalismo, entre la creencia de que existe una forma privilegiada y exclusiva de entender las cosas desde un punto de vista euskaldún y la ilustración. En definitiva, entre nacionalismo y libertad.
Sorprende (es un decir) que el favorito para ejercer el gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca sea capaz de decir sin pestañear que todos los vascos son iguales, pero algunos más iguales que otros. Sorprende (es un decir) que el candidato socialista, Patxi, quien no logra recordar su apellido, deje entrever que se presenta como oposición pero prefiere pactar con quien ya gobierna, algo así como para que todo pueda cambiar, todo ha de seguir igual.
La única alternativa al nacionalismo identitario, particularista, excluyente, intelectualmente inferior, es la que presenta María San Gil. Sólo desde la defensa de la libertad individual, de la iniciativa privada, de la división de poderes, de la incorruptibilidad del sistema, puede hacerse frente a la mitología ridícula de quienes se permiten el lujo de gimotear mientras hablan del RH vasco, de la oca vasca y del obispo vasco vasco como debe de ser un vasco.
A la vista de que socialistas y nacionalistas se recrean en sí mismos, y de que el camarada Patxi, ante un eventual apoyo del PP para derrotar al nacionalismo, responde que "va a ser que no", el Partido Popular no necesita más apoyo que el de todos los ciudadanos vascos deseosos de un cambio próspero y saludable. De los políticos que quieren eliminar propuestas de referendum para sustituírlas por otras y que hablan de la paz como una promesa electoral, el PP no necesita ningún apoyo. Que se busquen a otro.
Sorprende (es un decir) que el favorito para ejercer el gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca sea capaz de decir sin pestañear que todos los vascos son iguales, pero algunos más iguales que otros. Sorprende (es un decir) que el candidato socialista, Patxi, quien no logra recordar su apellido, deje entrever que se presenta como oposición pero prefiere pactar con quien ya gobierna, algo así como para que todo pueda cambiar, todo ha de seguir igual.
La única alternativa al nacionalismo identitario, particularista, excluyente, intelectualmente inferior, es la que presenta María San Gil. Sólo desde la defensa de la libertad individual, de la iniciativa privada, de la división de poderes, de la incorruptibilidad del sistema, puede hacerse frente a la mitología ridícula de quienes se permiten el lujo de gimotear mientras hablan del RH vasco, de la oca vasca y del obispo vasco vasco como debe de ser un vasco.
A la vista de que socialistas y nacionalistas se recrean en sí mismos, y de que el camarada Patxi, ante un eventual apoyo del PP para derrotar al nacionalismo, responde que "va a ser que no", el Partido Popular no necesita más apoyo que el de todos los ciudadanos vascos deseosos de un cambio próspero y saludable. De los políticos que quieren eliminar propuestas de referendum para sustituírlas por otras y que hablan de la paz como una promesa electoral, el PP no necesita ningún apoyo. Que se busquen a otro.
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Visto en TV3 hace 2 minutos. Dice la presentadora del Telenotícies: "Satisfacción en Cataluña por el retorno de los papeles de Salamanca". Y se ve a un grupo de políticos riendo y abrazándose. Eso es ser nacionalista: confundir Cataluña con la clase patricia.