miércoles, abril 20, 2005

Parlamentar


El presidente Rodríguez, en un ejercicio de talante selectivo, no ha querido contestar hoy a la pregunta que le ha hecho Mariano Rajoy en la sesión de control al gobierno: ¿Va a sentarse a negociar o no algún miembro de su partido con el Partido Comunista de las Etarras Vascas?

Antes, sólo la retórica nacionalista era la que expelía sintagmas como proceso de paz o solución dialogada al conflicto. Desde la transición, los sucesivos gobiernos españoles han tenido siempre, siendo cada uno más o menos certero, una explícita separación entre la verborrea filoterrorista y los pilares elementales de un Estado democrático que no transige ante amenazas desestabilizadoras. Pero he ahí a ZP, sin aplicar la ley por conveniencias electorales, pensando que va a pasar a la historia como el hombre que trajo la paz al País Vasco.

Y he ahí también el gran error: lo contrario de la guerra sí es la paz, pero lo contrario del terror es la libertad. Y mientras tanto, voces autorizadas (sigo el léxico del telediario) del nacionalismo vasco sugieren que para consolidar el proceso de paz hace falta reformar el Estatuto de autonomía en menos de un año. Traduciendo al lenguaje directo, que para que ETA no se enfade, hay que hacer lo que vaya pidiendo ETA. Y ZP todavía se atreve a pedirle a la oposición que sea responsable. Cínico.