Las juventudes hitlerianas, originarias de 1922 y reformadas y reconstituídas una y otra vez, fueron una pieza más de la ideología nacionalsocialista alemana. En sus dos facciones, el National-Sozialistische Schülerbund y el National-Sozialistische Deutsche Studentenbund, esta organización divulgaba entre los pipiolos arios las bondades del ideario nazi, les enseñaba técnicas de intoxicación y presión popular, e incluso adiestraba militarmente a sus militantes.
Como cualquier organización más o menos ideologizada, las juventudes hitlerianas tenían un lema: Un pueblo, un imperio, un líder. Antes de la llegada de Hitler al poder, entre sus publicaciones solía aparecer algo así como "el personaje de la semana", casi siempre un judío, que era vilipendiado y señalado como culpable de una serie de males. Aquello era un mal menor: tras la llegada de los nazis al poder, las juventudes hitlerianas se dedicaron directamente a empapelar las tiendas de los judíos, todas las que pudieron.
En el nacionalismo subyace siempre una pulsión identitaria visceral, una afirmación de un yo colectivo, afirmación propia que sólo subsiste sobre la negación de la identidad de los demás. Hoy día, las juventudes de Convergència Democràtica de Catalunya presentan su ideario en su web, en una animación flash: País, llengua, valors. Hace unos años, para potenciar la audiencia de TV3, se inventaron otro lema: Un país, una llengua, una televisió.
Las juventudes del partido de Artur Mas y David Madí no señalan al personaje de la semana, como las hitlerianas, no. Los convergentes son más modestos y sólo retratan al Capsigrany de l'any. Y, si no recuerdo mal, en 2004 le tocó a Albert Boadella, una vez más. Los pipiolos convergentes no señalan las tiendas de los judíos, como las juventudes nazis. Nuevamente son más modestos y sólo aplauden las Oficinas de garantías lingüísticas, un antro al que cualquiera puede ir a poner en conocimiento de las autoridades que existe algún comercio que no rotula en catalán.
Su último invento, llenar los postes kilométricos de las carreteras catalanas de emblemas de Catalonia is not Spain. Y don Jordi Cuminal, el jefe del invento, tiene la cara dura de decir que ellos no son identitarios, que sólo quieren mejorar la calidad de vida de la gente. Los llamados nacionalistas moderados. En efecto, Jordi Cuminal no es Baldur von Schirach, pero la cabra siempre tiró al monte.
Como cualquier organización más o menos ideologizada, las juventudes hitlerianas tenían un lema: Un pueblo, un imperio, un líder. Antes de la llegada de Hitler al poder, entre sus publicaciones solía aparecer algo así como "el personaje de la semana", casi siempre un judío, que era vilipendiado y señalado como culpable de una serie de males. Aquello era un mal menor: tras la llegada de los nazis al poder, las juventudes hitlerianas se dedicaron directamente a empapelar las tiendas de los judíos, todas las que pudieron.
En el nacionalismo subyace siempre una pulsión identitaria visceral, una afirmación de un yo colectivo, afirmación propia que sólo subsiste sobre la negación de la identidad de los demás. Hoy día, las juventudes de Convergència Democràtica de Catalunya presentan su ideario en su web, en una animación flash: País, llengua, valors. Hace unos años, para potenciar la audiencia de TV3, se inventaron otro lema: Un país, una llengua, una televisió.
Las juventudes del partido de Artur Mas y David Madí no señalan al personaje de la semana, como las hitlerianas, no. Los convergentes son más modestos y sólo retratan al Capsigrany de l'any. Y, si no recuerdo mal, en 2004 le tocó a Albert Boadella, una vez más. Los pipiolos convergentes no señalan las tiendas de los judíos, como las juventudes nazis. Nuevamente son más modestos y sólo aplauden las Oficinas de garantías lingüísticas, un antro al que cualquiera puede ir a poner en conocimiento de las autoridades que existe algún comercio que no rotula en catalán.
Su último invento, llenar los postes kilométricos de las carreteras catalanas de emblemas de Catalonia is not Spain. Y don Jordi Cuminal, el jefe del invento, tiene la cara dura de decir que ellos no son identitarios, que sólo quieren mejorar la calidad de vida de la gente. Los llamados nacionalistas moderados. En efecto, Jordi Cuminal no es Baldur von Schirach, pero la cabra siempre tiró al monte.