Decía ayer Juan Antonio Samaranch que él no conoce a ningún catalán que desee que pierda la candidatura olímpica de Madrid 2012. Pues aquí tiene a uno.
En todos los aspectos de la vida, no me suelen gustar los asuntos alrededor de los cuales se organiza un apoyo y una convención generalizada y entusiasta. Quien no participa de ese eventual entusiasmo suele ser lanzado a las tinieblas exteriores, y eso, por sí solo, ya representa para mí un atractivo para oponerme.
En el caso de Madrid 2012, me repugnan todos los prebostes e instituciones que aseguran sentir el apoyo de todos los españoles a la candidatura olímpica. Qué sabrán ustedes, oigan. Yo no tengo ningún interés en que Madrid, o cualquier ciudad española, organice unos juegos. Los juegos olímpicos son una forma tremenda de tirar el dinero, una forma de hacer inversiones fastuosas y multimillonarias que nunca llegan a compensarse, un instrumento para que algunas fortunas que siempre están a bien con el poder, del signo que sea, se embolsen unos cuantos centenares de millones más a cuenta del contribuyente, un cacao para el ciudadano de a pie, una oportunidad para apuntarse éxitos personales en disputas partidistas.
Yo creo, espero, confío y deseo que gane la candidatura de París 2012. Se lo merecen: el COI debe ser, después de la ONU, la organización más corrupta del mundo. El que más pague, será el ganador. En ese sentido, sólo Moscú puede hacerle cosquillas a París, porque ¿hay algo más corrupto que el futuro encausado Jacques Chirac?
En todos los aspectos de la vida, no me suelen gustar los asuntos alrededor de los cuales se organiza un apoyo y una convención generalizada y entusiasta. Quien no participa de ese eventual entusiasmo suele ser lanzado a las tinieblas exteriores, y eso, por sí solo, ya representa para mí un atractivo para oponerme.
En el caso de Madrid 2012, me repugnan todos los prebostes e instituciones que aseguran sentir el apoyo de todos los españoles a la candidatura olímpica. Qué sabrán ustedes, oigan. Yo no tengo ningún interés en que Madrid, o cualquier ciudad española, organice unos juegos. Los juegos olímpicos son una forma tremenda de tirar el dinero, una forma de hacer inversiones fastuosas y multimillonarias que nunca llegan a compensarse, un instrumento para que algunas fortunas que siempre están a bien con el poder, del signo que sea, se embolsen unos cuantos centenares de millones más a cuenta del contribuyente, un cacao para el ciudadano de a pie, una oportunidad para apuntarse éxitos personales en disputas partidistas.
Yo creo, espero, confío y deseo que gane la candidatura de París 2012. Se lo merecen: el COI debe ser, después de la ONU, la organización más corrupta del mundo. El que más pague, será el ganador. En ese sentido, sólo Moscú puede hacerle cosquillas a París, porque ¿hay algo más corrupto que el futuro encausado Jacques Chirac?
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