lunes, octubre 31, 2005

Éramos pocos y parió la princesa


Hoy es uno de esos días en que aumenta abruptamente el número de simpatizantes de la república como forma de estado. Llevamos casi 24 horas (y lo que te rondaré Letizia) hablando de la tierna infanta Leonor, y del futuro que le espera. 24 horas de farsa con Rodríguez y Rajoy afirmando que la mayoría de españoles estamos felices y contentos por la llegada al mundo de la heredera, y con los cortesanos de turno diciendo que tenemos unos reyes muy campechanos.

De la jornada de hoy, sólo hay dos cosas que me interesan, por encima de toda la retórica hipócrita que atañe a días como este. La primera, la irrefrenable pulsión intervencionista, que esta vez se ceba con un pobre comerciante.

La segunda, el consenso generalizado respecto de la necesidad de reformar la Constitución para eliminar la discriminación por razón de sexo en la línea sucesoria. Si se quiere quitar, se quita de verdad, amiguitos: despojemos de los derechos sucesorios al príncipe Felipe y otorguemos tales derechos a la infanta Elena, verdadera heredera del trono si nos atenemos exclusivamente a la edad y no a los genitales. Para Reina, Doña Elena de Borbón, para Rey Don Jaime de Marichalar, y príncipe de Asturias Felipe Juan Froilán de Todos los Santos. No se puede eliminar la discriminación sólo para lo que nos gusta, aunque pensándolo bien, posiblemente no haya mayor discriminación conceptual que un sistema monárquico.