Me van a permitir un post de lo más localista y ombliguista, pero que es necesario 1) para conocer a uno de los animales políticos con poder sin límites en Cataluña y 2) para ver lo poco críticos con el poder que pueden llegar a ser los ciudadanos. Celestino Corbacho Chaves, nacido en Valverde de Leganés en 1949, es el alcalde de L'Hospitalet de Llobregat. Cómo llegó a ser alcalde, y cuáles han sido sus corruptelas más celebradas a lo largo de sus mandatos, es algo que la gran mayoría de la población de esta tétrica ciudad desconoce y, no sólo eso, no tiene ningún interés en conocer.
Corbacho, como todos los autodeclarados socialistas de toda la vida, no se afilió a la federación catalana del PSOE hasta después de la muerte de Franco, en 1976. Desde entonces, en política sólo le han movido tres objetivos: pillar, pillar y pillar. En 1982 fue elegido primer secretario del PSC en L'Hospitalet, y en las elecciones municipales de 1983, las segundas de la democracia, fue elegido concejal. El PSC ya había ganado en 1979 pero tuvo que pactar con el PSUC para gobernar; en 1983 ya consiguió su primera mayoría absoluta. Ser concejal y titular de no sé qué regidoría de distrito no representaba nada para don Celestino: quería llegar a alcalde, pero la presencia de un muy asentado Juan Ignacio Pujana, con sus sucesivas, búlgaras e indiscutibles mayorías absolutas, lo dificultaba. Había que cargarse a Pujana como fuese.
Poco a poco, el iletrado Corbacho fue escalando posiciones hasta que fue nombrado primer teniente de alcalde y responsable de Urbanismo. Y ahí empezó su asalto a la gran poltrona. Desde su despacho en la séptima planta del ayuntamiento, se convirtió en el único jefe de la oposición del alcalde Pujana (algo sencillo si tenemos en cuenta que por aquel entonces el PSC contaba con 18 concejales y la segunda fuerza política, CIU, tenía 4). Con tal de buscarle el máximo de dolores de cabeza al entonces alcalde, Corbacho hasta se buscó a un jefe de prensa propio, al margen del Gabinete de Comunicación municipal, pero igualmente con cargo a los presupuestos públicos.
Corría el mes de mayo de 1994 cuando Juan Ignacio Pujana se veía obligado a presentar su dimisión como alcalde de la segunda ciudad de Cataluña al ser imputado por presunto cobro de comisiones ilegales en la concesión de obras de un aparcamiento municipal. Así, Hospitalet tendría el dudoso honor de ser la primera población española en tener un político condenado por tráfico de influencias en la historia de la democracia. Socialista, por supuesto. Lo que muy poca gente sabe es que toda esta historia de la corrupción de Juan Ignacio Pujana y el PSC fue desvelada por don Celestino, con reuniones secretas con algún portavoz de otro partido de la ciudad y entrega de documentos comprometedores incluída. Y zas, el número 2 del PSC en Hospitalet echaba al número 1 por ladrón para ponerse él.
Un tiempo después, ya con Pujana lejos del poder, se supo que el muy cerdo no se había contentado sólo con trincar, sino que además había contratado a un detective privado para espiar a concejales de su propio Ayuntamiento (Corbacho incluído), funcionarios, empresarios y periodistas. Y con dinero público, porque según explicó en el juicio, "pretendía velar por el interés de los ciudadanos".
Un año después (1995) llegaron unas nuevas elecciones municipales, y a pesar de ser esencialmente una banda de saqueadores y trepas, el PSC de Hospitalet volvió a ganar los comicios por mayoría absoluta, dejándose, eso sí, cuatro concejales por el camino, pero con Celestino Corbacho ya encumbrado como líder cósmico. Y aquí llegaron sus primeras corruptelas...
Celestino Corbacho, ese hombre (II)
Celestino Corbacho, ese hombre (y III)
Corbacho, como todos los autodeclarados socialistas de toda la vida, no se afilió a la federación catalana del PSOE hasta después de la muerte de Franco, en 1976. Desde entonces, en política sólo le han movido tres objetivos: pillar, pillar y pillar. En 1982 fue elegido primer secretario del PSC en L'Hospitalet, y en las elecciones municipales de 1983, las segundas de la democracia, fue elegido concejal. El PSC ya había ganado en 1979 pero tuvo que pactar con el PSUC para gobernar; en 1983 ya consiguió su primera mayoría absoluta. Ser concejal y titular de no sé qué regidoría de distrito no representaba nada para don Celestino: quería llegar a alcalde, pero la presencia de un muy asentado Juan Ignacio Pujana, con sus sucesivas, búlgaras e indiscutibles mayorías absolutas, lo dificultaba. Había que cargarse a Pujana como fuese.
Poco a poco, el iletrado Corbacho fue escalando posiciones hasta que fue nombrado primer teniente de alcalde y responsable de Urbanismo. Y ahí empezó su asalto a la gran poltrona. Desde su despacho en la séptima planta del ayuntamiento, se convirtió en el único jefe de la oposición del alcalde Pujana (algo sencillo si tenemos en cuenta que por aquel entonces el PSC contaba con 18 concejales y la segunda fuerza política, CIU, tenía 4). Con tal de buscarle el máximo de dolores de cabeza al entonces alcalde, Corbacho hasta se buscó a un jefe de prensa propio, al margen del Gabinete de Comunicación municipal, pero igualmente con cargo a los presupuestos públicos.
Corría el mes de mayo de 1994 cuando Juan Ignacio Pujana se veía obligado a presentar su dimisión como alcalde de la segunda ciudad de Cataluña al ser imputado por presunto cobro de comisiones ilegales en la concesión de obras de un aparcamiento municipal. Así, Hospitalet tendría el dudoso honor de ser la primera población española en tener un político condenado por tráfico de influencias en la historia de la democracia. Socialista, por supuesto. Lo que muy poca gente sabe es que toda esta historia de la corrupción de Juan Ignacio Pujana y el PSC fue desvelada por don Celestino, con reuniones secretas con algún portavoz de otro partido de la ciudad y entrega de documentos comprometedores incluída. Y zas, el número 2 del PSC en Hospitalet echaba al número 1 por ladrón para ponerse él.
Un tiempo después, ya con Pujana lejos del poder, se supo que el muy cerdo no se había contentado sólo con trincar, sino que además había contratado a un detective privado para espiar a concejales de su propio Ayuntamiento (Corbacho incluído), funcionarios, empresarios y periodistas. Y con dinero público, porque según explicó en el juicio, "pretendía velar por el interés de los ciudadanos".
Un año después (1995) llegaron unas nuevas elecciones municipales, y a pesar de ser esencialmente una banda de saqueadores y trepas, el PSC de Hospitalet volvió a ganar los comicios por mayoría absoluta, dejándose, eso sí, cuatro concejales por el camino, pero con Celestino Corbacho ya encumbrado como líder cósmico. Y aquí llegaron sus primeras corruptelas...
Celestino Corbacho, ese hombre (II)
Celestino Corbacho, ese hombre (y III)